La intervención militar norteamericana de 1965

La intervención militar norteamericana de 1965

Jesus de la Rosa.

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Nos proponemos seguir contribuyendo al deber común de todos los dominicanos de evitar que acontecimientos como los escenificados aquí en abril de 1965 vuelvan a repetirse. Al paso de los años, dichos sucesos han venido situándose en una perspectiva que nos permitirá en un futuro cercano examinarlos con cierta objetividad y precisión; pero, una serie de dificultades todavía se interponen en el camino de lograrlo. En la página 304 de su libro “La Esperanza Desgarrada”, el escritor italiano Piero Gleijeses escribe: “para los funcionarios norteamericanos, el levantamiento del 24 de abril había sido una total sorpresa. Y había estallado en momento en que la embajada estaba media vacía. Desde el 23 de abril, el embajador Bennett se encontraba en su nativo estado de Georgia visitando a su madre que estaba enferma”. Otros altos funcionarios de la embajada norteamericana en Santo Domingo se encontraban fuera de su puesto de trabajo en momentos del estallido al cual nos estamos refiriendo, quedando al frente de la Embajada el encargado de negocios William Connett, quien hacía sólo algunos meses que ocupaba dicho cargo.
Los días 26, 27 y 28 de abril de 1965, después de su triunfo en la batalla del Puente y en la toma de la fortaleza Ozama, los militares constitucionalistas reafirmaron su dominio en la ciudad de Santo Domingo y para su ganancia de causa, casi todos los cuarteles militares del interior del país le manifestaron su apoyo, en momentos en que los nervios y la emoción empañaban el ambiente de la Base Aérea de San Isidro y la del Centro de Entrenamiento Militar de las Fuerzas Armadas (CEFA) bajo la jefatura de los generales Elías Wessin y Wessin y Juan de los Céspedes, allí estuvo en la madrugada del día 27 el Jefe del Grupo Norteamericano de Asesoría Militar (MAAG) quien pudo constatar la atmósfera de miedo que allí reinaba con casi todos los pilotos cansados y desanimados, y una cantidad considerable de oficiales llorando.
A las tres de la tarde del 28 de abril de 1965, el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, recibió en su despacho de la Casa Blanca un cable de su embajador acreditado en República Dominicana que decía que la situación allí se había tornado peligrosa para los intereses estadounidenses, que las autoridades encargadas de hacer cumplir las leyes y de mantener el orden público le habían avisado que la situación estaba completamente fuera de su control y que la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas (entiéndase tropas militares de la Base Aérea de San Isidro y del llamado CEFA) no ofrecían ninguna garantía respecto a la seguridad de los ciudadanos norteamericanos residente o de tránsito por la República Dominicana. A las pocas horas de recibir esa nota, el presidente de los Estados Unidos anunciaba desde Washington que había ordenado al Secretario de Estado de Defensa disponer de las tropas necesarias para salvaguardar la vida y los intereses de los norteamericanos residentes en República Dominicana. Otro cable recibido más tarde por el mandatario yanqui subrayaba que el Ejército Constitucionalista, integrados por militares y civiles, habían derrotado a las tropas de San Isidro en la Batalla del Puente Duarte y tomado la Fortaleza Ozama, asiento de los temibles y odiados policías cascos blancos. Y que en las provincias del interior del país, las gentes se lanzaban a las calles en apoyo al Ejército Constitucionalista y en reclamo de reponer a Juan Bosch en la Presidencia de la República sin elecciones.
Los constitucionalistas habían salido triunfante de la guerra civil, en los precisos momentos en que una fuerza de tarea de la Armada de los Estados Unidos compuesta por 42 unidades navales con el porta aviones Boxer como buque madre ponía proa hacia la República Dominicana. Después de ser instruido al respecto, el coronel Pedro Bartolomé Benoit formuló por escrito una solicitud de intervención militar norteamericana fundamentada en la necesidad de proteger las vidas y los bienes de los ciudadanos norteamericanos de paso o residentes en el país. La invasión militar norteamericana a la República Dominicana había comenzado ya.

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