La intolerancia

La intolerancia

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
El presidente Hugo Chávez acaba de hacerse pupú fuera del cajón al ordenar el cierre de un programa de televisión, mientras la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebraba una reunión en Venezuela.

Este abuso se suma a la cadena de presiones a emisoras de radio, televisoras, periódicos diarios, revistas, a los cuales dobla el pulso para que se sumen a las voces que aplauden hasta los pedos del mandatario. El uso de la fuerza y de los dineros del Estado, para comprar conciencias, está a la orden del día ante la proximidad de las elecciones del próximo mes de mayo.

¡Carajo! Hamlet Hermann tiene un amigo alemán, el “doctor Alzehimer” que traiciona a cualquiera. Perdón, no fue en Caracas donde cerraron el programa de televisión. No fue el Presidente Chávez quien introdujo las extremidades inferiores al continuar con su escalada de callar las voces disidentes a su proyecto de reelección. No fue el mandatario venezolano quien, desesperado, entiende que silenciando voces que lo cuestionan puede lograr sus objetivos.

El malhadado hecho ocurrió la noche del miércoles en Santo Domingo.

El comentarista Raúl (El Bacho) Pérez Peña, luchador de siempre por el respeto a las libertades públicas y comentarista respetado, fue impedido de ingresar a las instalaciones de la televisora, Canal 19, donde mantiene un programa, Nocturnal, desde hace varios años.

La demostración de fuerza puede ser un desagradable anuncio, un avance, de lo que está dispuesto a hacer el gobierno para quedarse con el poder.

Esto no se debe ver como un hecho aislado. Presentemos un escenario: El Bacho debe unos cuartos porque hace cuatro o cinco meses que no paga por el espacio y como no tiene televisora, el dueño, luego de reclamos verbales y escritos resuelve cerrarle la oportunidad de mantener Nocturnal. Eso, si fue así, es un derecho que debe estar escrito y firmado en el contrato intervenido con la televisora.

Otro: expresiones descompuestas, acusaciones peregrinas e irresponsables, obligan a la televisora a reservarse el derecho de colocar en antena  una programación decente y respetuosa: no es el caso.

Enviar un Coronel para impedir el acceso a una televisora al productor de un programa me parece una exageración o una demostración de fuerza que constituye una amenaza contra la oposición.

Busquen pronto el chivo expiatorio.

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