La intrépida Hilda Gautreaux

La intrépida Hilda Gautreaux

Consumió los escasos años de su vida luchando por la libertad y la justicia, denunciando abusos, combatiendo y curando heridos en la guerra, localizando y defendiendo en estrado a presos políticos y haitianos exiliados, asesorando legalmente a sindicalistas, reclamando con vehemencia los derechos de la mujer excluida.

Hilda Gautreaux Rijo, militante del 14 de Junio y luego del Movimiento Popular Dominicano, se empleó con ardor a demandar la salida de los remanentes del trujillato, exigir la autonomía de la Universidad, organizar tramas y manifestaciones de protestas denunciando la corrupción del Triunvirato, requiriendo el retorno a la constitucionalidad quebrantada con el golpe de Estado al presidente Juan Bosch.

Quebradiza, desgastada de salud, su foto “recorrió el mundo” en el lomo de un mulo en que cargó desde las lomas de San José de Ocoa el cadáver de Orlando Mazara, asesinado por el régimen balaguerista en 1967.

Compañera de ideales del poeta Jacques Viau, con el que compartió la Avanzada Médica de los comandos B-1 y B-3 en la revolución de 1965, fue la abogada de su hermano Leonel Viau, preso y buscado por la dictadura duvalierista. Logró liberarlo, asilarlo y sacarlo del país envuelto en la bandera de México con destino a Curazao.

Asimismo, obtuvo la libertad de Efraím Reyes Soriano (Pocholo) y en abril salvó la vida a militares que después se convirtieron en sicarios de la izquierda. Uno de los que libró de la muerte fue a Caonabo Reynoso Rosario, “que quiso escapar de los constitucionalistas vestido de mujer”, según testimonian sus hijos. Pasada la contienda bélica el militar allanó la casa donde ella vivía, en la Juana Saltitopa, buscando a Maximiliano Gómez.

En una ocasión insólita, Hilda fue su propia intercesora. Tras 13 días en solitaria mandó a buscar su toga y su birrete y se autodefendió, resultando descargada.

Padeciendo estrechez económica, enfermedad, en medio del activismo político, los apresamientos y allanamientos, estudió derecho, en una mano la batea de ropa que lavaba y en la otra un código civil que mecanografió y encuadernó porque no tenía con qué comprar el original. Se graduó summa cum laude.

Fue la asesora legal del sindicato “caliente” de la Coca-Cola, de Poasi y de Foupsa Sesitrado.

Pero muy pocos saben de las intrépidas actuaciones, del coraje y de la determinación de esta mujer que apenas pesaba 96 libras, que desatendió el asma y murió pobre a los 36 años. Sus cuatro pequeños vástagos quedaron desamparados, heredando de ella no solo la humildad y la pobreza sino la rebeldía contra los atropellos y la sensibilidad social ante el sufrimiento ajeno.

En Santo Domingo existen dos calles con su nombre, y la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UASD se designó Hilda Gautreaux. Recientemente fue denominado con su identidad el comité municipal del Movimiento Izquierda Unida, en Navarrete, y en 1969 el MPD llamó Hilda Gautreaux su histórica “Conferencia de cuadros”. Pero es poco lo que se conoce sobre la dama audaz a quien tantos testifican deber la vida. Desde que ella falleció los camaradas se alejaron de su prole. Algunos sufren graves penurias.

De ella habla con admiración e inocultable dolor por su partida a destiempo, por el desconocimiento de sus luchas, Rafael Báez Pérez (Cucullo), que compartió con ella en el 1J4, en el MPD, en la conflagración de abril. Hilda fue de las pocas personas a las que invitó a sus bodas con Marianela Barbour González en 1965.

También ofrecen revelaciones sobre la firme guerrera sus hijos Ramsés y Annerys Penson Gautreaux. Son cuatro, pero Aracelis no acudió a la entrevista por limitaciones visuales. La alcanzaron disparos de perdigones en una manifestación en el parque Independencia que afectaron su retina y está casi ciega por falta de recursos para una cirugía. El menor, Gustavo, acaba de ingresar a un nuevo trabajo que no podía desatender.

Ramsés y Annerys conversan con veneración sobre su madre. Aunque las hembras pasaban más tiempo con sus tías Abigaíl y Alicia Penson, hijas de César Nicolás Penson, y Gustavo con su abuela paterna, Aracelys Mota Santana, vivían integrados a las actividades políticas de Hilda y la visitaban y observaban durante la guerra. Las Penson acogieron a las niñas como suyas porque una de ellas no se casó y la otra no tuvo hijos. Además, en una oportunidad sus viviendas estuvieron una frente a la otra, en la Isabel la Católica.

De Hilda no tienen fotos ni sus hijos. Existe una borrosa que encontraron en Internet. Cucullo Báez conservaba una de cuando ella asistió a su matrimonio pero la extravió. No apareció ninguna en el Archivo General de la Nación ni en otros privados. Se investiga la que “recorrió el mundo” cuando rescató los despojos de Mazara. La información sobre ella es escasa pero Annerys trabaja en una biografía extensa.

“En este país los hombres y las mujeres que han dedicado lo mejor de su vida a la democracia y a la libertad y en contra de la corrupción y la impunidad, no han tenido el reconocimiento de los gobiernos que nos han sucedido”, declaró Báez Pérez. Agregó que la historia no consigna la entrega de Hilda “porque fue una luchadora de izquierda y era una mujer humilde, del pueblo”.

Cuando cayó enferma de gravedad, Hilda fue llevada al hogar de Orlando Rodríguez, en la avenida Mella. “De ahí la llevaron al Padre Billini, me lo informaron de inmediato y fuimos a verla mi esposa y yo. Murió en pocos días. Conseguí que Blandino donara el ataúd”, narra Cucullo Báez.

Hilda nació en Santa Cruz de El Seibo el 12 de julio de 1932, hija de Bienvenido Gautreaux y Carmen Carlos. Estuvo casada con Gustavo Penson Mota, contador, tesorero del comité barrial del 14 de Junio que operaba en la casa de Hilda en Villa Duarte, del que ella era dirigente. Expiró el 15 de junio de 1968 y Gustavo el 14 de enero de 1977.

En otras entregas se ofrecerán más revelaciones sobre la fugaz existencia de Hilda.

Por otro lado, se informó que durante su rectoría en la UASD, Roberto Santana remodeló la tumba donde yace la luchadora en el cementerio de la avenida Máximo Gómez y solicitó al síndico Johnny Ventura los derechos sobre el sepulcro para la casa de estudios.

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