La invasión haitiana

La invasión haitiana

MIGUEL AQUINO GARCIA
A poco de ser puesto en el poder por dictados de potencias internacionales, el Primer Ministro de Haití -comportándose como si gobernara toda la isla-, declaró de inmediato que había llegado el momento de eliminar la necesidad de visados para cruzar la frontera, dizque en nombre de la amistad y cooperación entre los dos países.

La ausencia de autoridad que reina en la frontera, ha permitido que las declaraciones del Primer Ministro haitiano incitando a sus gobernados «a marchar hacia el Este» se hayan convertido en un decreto, pues además de los aproximadamente un millón de nacionales haitianos que se encontraban ya de este lado, estamos en presencia ahora de una verdadera avalancha de vecinos de ese país, a través de la inexistente demarcación política de la frontera.

Reportes recientes bien documentados dan cuenta de que diariamente familias enteras de Haití se están trasladando tranquila e impunemente a poblaciones del territorio dominicano donde se reubican como si estuvieran en su país. Como consecuencia de ello, en numerosas poblaciones de Barahona por ejemplo, se ven hasta ocho y diez haitianos por cada dominicano en algunos pueblos, un fenómeno de conquista territorial que ya se había dado en numerosas áreas de la zona fronteriza. En Pedernales por ejemplo, se sabe de escuelas públicas con mucho más estudiantes haitianos que dominicanos, reflejando la proporción total de estos en algunas ciudades.

Como habría de esperarse, con esta violación y posesión masiva del territorio dominicano por nacionales le Haití, no solo viene el desplazamiento del trabajador agrícola nativo, lo poco que queda de este, sino que se ha acelerado de este lado el ominoso proceso de la deforestación dada las costumbres ancestrales de los haitianos de producir energía y sobrevivir a base de la tala de árboles, con la consiguiente desaparición de fuentes fluviales, tal como ha pasado ya en su propio país, y como se ha documentado que está sucediendo ahora mismo en extensas zonas fronterizas.

De todos los daños sociales que se pueden anticipar en este acelerado proceso de haitianización de la República Dominicana, la deforestación es sin duda el mayor de todos, ya que atenta contra la existencia física de todo el que se mueve en esta isla.

Lo atemorizante de este proceso no es la oleada masiva de haitianos, sino la aparente ausencia de toda autoridad de este lado.

No hay duda de que la primera función del Estado es garantizar la seguridad interna de sus ciudadanos, y la penetración masiva de Haití que padecemos es sin duda y de varias formas, la principal amenaza a esa seguridad y supervivencia interna. ¿de qué ha servido la pregonada modernización y rearmamento de las Fuerzas Armadas de Hipólito Mejía si ello no ha servido para impedir la violación de la frontera por haitianos y el macuteo por mercaderes de la miseria humana de ambos lados de la frontera? Durante la era de Hipólito, un periodista dominicano tenía más chance de caer preso sin haber cometido falta alguna, que un haitiano por haber violado la frontera.

Centenares de soldados dominicanos fueron enviados a Irak dizque a pelear sin saber siquiera contra quién, mientras la frontera aquí era convertida en tierra de nadie.

El ejemplo de Hipólito le debe servir al actual gobierno para saber exactamente lo que no se debe hacer, porque lo cierto es que ha llegado el momento de decidir si nos plegamos a intereses foráneos que buscan la fusión social y política de la isla, para evadir sus propias responsabilidades con Haití, o si tenemos la voluntad política para defender nuestra supervivencia como nación soberana y democrática.

La estrategia para el rescate de la nación dominicana debe incluir no solo una política de Estado que garantice el control efectivo de la frontera y la repatriación justa y correcta de indocumentados, un derecho reconocido y ejercido por todas las naciones del mundo, sino que dicha acción debe acompañarse de una positiva y a la vez agresiva campaña para recavar el apoyo y entendimiento de la comunidad internacional, en relación a la necesidad de mantener un adecuado orden social y respeto por los intereses e idiosincrasia de ambas naciones de la isla, y el deber de esa comunidad internacional, en relación a la necesidad de mantener un adecuado orden social y respeto por los intereses e idiosincrasia de ambas naciones de la isla, y el deber de esa comunidad internacional para asistir económicamente a ambos países en el mejoramiento de sus condiciones de vida.

Esto es necesario como forma de neutralizar a las agencias, intereses de grupos y países, que buscan sancionar económicamente a nuestro país por ejercer su derecho a existir como nación independiente, bajo el alegato de un inexistente racismo de nuestro pueblo, y una supuesta violación de los derechos humanos de los nacionales haitianos. Hay que hacer ver a la comunidad internacional, que estos argumentos no son más que una estratagema para continuar esforzando la fusión de la isla, por quienes esperan beneficiarse de ello, pues los dominicanos y no los haitianos, somos los que sufrimos la violación territorial y el despojo de nuestro derecho a la existencia como nación independiente.

Es en este foro donde Leonel Fernández debe poner a funcionar sus dotes de comunicador social, y su capacidad para interactuar y ganar el respaldo de líderes internacionales por la gran causa de la supervivencia de la nación dominicana, haciendo algo similar a lo que le tocó hacer en su primer mandato, con sus exitosos esfuerzos para poner a nuestro país de nuevo «en el mapa», al ritmo del fenómeno de la globalización y el orden internacional de los nuevos tiempos. Este aspecto de la defensa y rescate de la nación dominicana, es tan importante como la necesaria repatriación de ilegales y el efectivo control de la frontera, pues nuestro país, como los del resto del mundo, tiene su mejor porvenir en un futuro de armonía, entendimiento, cooperación y comunidad de objetivos con el resto del mundo.

Esta campaña debe comenzar con los Estados Unidos de América, dada la gravitación de este gran país en los destinos del resto del mundo. En nuestro favor está nuestro récord de cooperación con Estados Unidos en la lucha contra el crimen y el narcotráfico internacional, así como los estrechos lazos con la nación del norte de una agradecida y laboriosa comunidad dominicana, estrechamente vinculada al progreso económico de su país. Los dominicanos debemos rechazar una política de destrucción de la nacionalidad dominicana, en nombre del avance social de Haití, posición que sin duda tendría el respaldo de la comunidad internacional en su conjunto.

A final de cuentas, la solución justa y de fondo de este problema, consiste en una inversión en la reforestación de Haití al tiempo que se destinan recursos para el levantamiento de infraestructuras de desarrollo y fuentes de empleos en ese país con la ayuda decidida de la comunidad internacional. El costo total de dicha inversión se ha estimado en poco más de un billón de dólares, una verdadera «pajita» comparado por ejemplo con los más de 200 billones invertidos solo por Estados Unidos en la Guerra con Irak. De momento sin embargo, somos los dominicanos los que necesitamos la comprensión y apoyo de la comunidad internacional, en nuestros justos esfuerzos para sobrevivir como nación libre y democrática, en ese concierto de naciones.

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