Cuando estábamos viviendo la época idealista y romántica de los principios y dogmas revolucionarios, todavía encontrábamos coincidencia entre filósofos, mártires y héroes transformadores de sus realidades, apoyados en un patriotismo que ahora parece trasnochado.

 No haré lista de ellos, pero sí puedo asegurar que, casi en su totalidad, murieron en la pobreza o simplemente disfrutando de una vida convencional como cualquier otro ciudadano. En otras palabras, su actividad política no les reportó beneficios económicos ni a ellos ni a sus familiares. En esta época, muchos los llamarían “pendejos”.

De un tiempo a esta parte, la ciencia del manejo de multitudes, los anhelos populares y desarrollo de habilidades para llegar al poder, bien o mal llamada política, se ha transformado en generadora de riquezas, convirtiéndose en un negocio rentable para unos y fatal para otros, cuando apuestan todo a un grupo o partido.

Sin embargo, como ocurre en el beisbol, usando los reportes de “caza-talentos” o “scouting-reports” –en inglés- las mejores inversiones actualmente se hacen en individuos que  tienen el carisma, los conocimientos y las habilidades para alcanzar el poder, siendo el Dr. Leonel Fernández Reyna el ejemplo por excelencia: Fue llevado de humilde dominican-york barrial a presidente de la República porque sus amigos, encabezados por uno de apellido Peña (no Peña Gómez) decidió invertir en él y fue como si ganaran repetidas veces la lotería, no de República Dominicana, sino de Estados Unidos de Norteamérica, que ha llegado a pagar hasta 656 millones de dólares.

Muchos partidos y en especial el Partido Revolucionario Dominicano, quisieran encontrar un prospecto así e inversionistas tan aguzados como el señor Peña y  otros amigos de Leonel.