La inyección envenenada

La inyección envenenada

ROSARIO ESPINAL
Las declaraciones del Ingeniero Diandino Peña sobre el Metro de Santo Domingo al Grupo de Comunicaciones Corripio, publicadas en el periódico Hoy el pasado 16 de febrero, revelan una visión de la modernidad y del papel del Estado que amerita discusión. Para resumir las enumero. Indicó el ingeniero Peña que: 1) le dijo al Presidente Leonel Fernández que su gobierno necesita un gran proyecto como el metro para modernizar y dinamizar la economía; 2) que de no hacerlo fracasaría su gestión; 3) que el Presidente tiene obligación de atender los pobres, pero también de dinamizar la economía; y 4) que las obras pequeñas como escuelas, caminos vecinales y puentes son necesarias pero pertenecen a la premodernidad.

Es cierto que el Estado tiene un papel importante en dinamizar la economía y que la construcción del metro ayudaría a reactivarla. Pero ojo: la reactivación se lograría con una inyección envenenada de préstamos que al final del túnel todo el mundo tendrá que pagar para que esta obra de la modernidad no se convierta en un cementerio subterráneo de la Avenida Máximo Gómez.

No podemos olvidar que los préstamos tienen su costo, que el gobierno reestructuró recientemente una gran deuda heredada del anterior gobierno, y que para pagarla se aumentaron los impuestos y se redujeron los subsidios públicos al pueblo.

Por otro lado, durante la construcción del metro ocurrirá lo que siempre ha ocurrido con las obras de infraestructura del Estado: unos cuantos ingenieros, constructores, ferreteros, importadores, compañías extranjeras y funcionarios del gobierno hacen su agosto con los recursos del proyecto.

Es cierto también que la construcción del metro generará muchos empleos. Pero ojo: la mayoría de esos puestos serán de muy bajos salarios que desempeñarán fundamentalmente haitianos en condiciones infrahumanas. Esta es una de las razones por las que los costos de construcción anunciados son menores que en otros metros.

Este ciclo endémico de endeudamiento, acumulación de capital en pocas manos y bajos salarios es la razón principal por la que el país carga eternamente con la premodernidad en su vientre, no importa cuántas carreteras, puentes, túneles o metros se construyan para proyectar la modernidad.

En los 12 años de Balaguer se construía principalmente con recursos internos porque el gobierno reprimía al pueblo para mantener la austeridad en todo, excepto en las construcciones. Después que el PRD gobernó y tomó grandes préstamos, todos los gobernantes se contagiaron con el virus del endeudamiento. Unos exhiben obras de infraestructura, otros ni eso.

No es cierto que construir pequeñas obras como escuelas, hospitales y carreteras sea parte de la premodernidad. De hecho, no se conoce ningún país en el mundo que haya entrado a la modernidad sin tener buenas escuelas, hospitales, carreteras, y algo más muy importante, energía eléctrica.

Pasemos ahora al asunto del cálculo de oportunidad política. Expresó el Ing. Peña que de no hacerse el metro podría fracasar la gestión de gobierno. Sin embargo, un simple análisis político indica que embarcarse en estos momentos en la construcción del metro representa más riesgos que beneficios para el gobierno. Veamos.

Es cierto que sin metro no habrá botín para saciar a los hambrientos de enriquecimiento que ponen mucha presión sobre el gobierno, y sabemos que en el mercado financiero no hay grandes préstamos para la educación o la curación, pero sí para la construcción. Los beneficiarios del proyecto apoyarán indiscutiblemente al gobierno.

Pero ojo: el dinero del metro será el objeto de la mayor codicia entre los grupos de poder que buscan enriquecimiento y los que no alcancen a la distribución del pastel se encargarán de lanzar los más viscerales ataques contra el metro. Por su parte, la inmensa mayoría de los dominicanos (los votantes) no disfrutará mucho de la reactivación económica del metro y mucho menos de su funcionamiento. Por eso, lo aconsejable en términos políticos es esperar mejores tiempos económicos y mayor consenso para embarcarse en la construcción del metro.

¿Qué hacer? El gobierno debería enfocar ahora sus energías en lograr que: 1) el pueblo gane confianza en las instituciones públicas, 2) establecer mecanismos adecuados (no simbólicos) de control de la corrupción y transparencia en la asignación de obras públicas, 3) sanear la policía y las fuerzas armadas para comenzar a controlar la delincuencia, 4) recaudar mejor los impuestos que retienen los empresarios e invertir esos recursos en el desarrollo, 5) ofrecer servicios básicos a la población con un mínimo aceptable de eficiencia y decencia, y 6) impulsar una política de creación de empleos sin recurrir a tantos empréstitos.

La decisión de construir o no el metro es de gran trascendencia política no tanto por el impacto que tendrá en el transporte de Santo Domingo, sino porque establecerá las formas y magnitud de la acumulación de capital a ser financiada por el Estado durante este cuatrienio.

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