La ironía de una crítica invertida

La ironía de una crítica invertida

TIRSO MEJÍA-RICART
Resulta realmente irónico observar cómo a veces nos vestimos de «imparciales y serios» para tratar de influir sobre la opinión pública y los actores políticos, de acuerdo a nuestras pasiones o particulares intereses políticos y familiares; a fin de lograr ciertos objetivos, olvidando a veces nuestro rol fundamental como el de juez o de miembro de la comunidad académica. Tales son los casos lamentables del doctor Roberto Rosario, miembro de la Cámara Contenciosa de la Junta Central Electoral, y de la doctora Rosario Espinal, distinguida profesora dominicana residente en los Estados Unidos de América y hermana de nuestro flamante embajador en ese país, quien al parecer le cedió a ella gentilmente la campaña contra las elecciones primarias.

A reserva de tratar posteriormente el caso lamentable del juez Rosario y de sus frecuentes declaraciones totalmente impropias del rol que debe ocupar en el cumplimiento de una ley de la República, me ocuparé en esta entrega de Rosario Espinal y sus recientes intervenciones, a propósito del «Seminario Internacional de Gobernabilidad Democrática», organizado por el Centro de Investigación y Estudios Sociales (CIES), celebrado entre los pasados días 17 y 18, así como a su artículo en el periódico HOY del pasado 19 de noviembre, ambos con la intención de satanizar la ley 286-04 sobre Elecciones Primarias.

En el seminario mencionado, con su ponencia titulada «Reforma Electoral y Demanda de Transparencia de la Gobernabilidad Democrática en la República Dominicana», la doctora Espinal, tras una introducción en la que señaló que hay aspectos más importantes que las elecciones, como la cultura política, el marco jurídico y los partidos políticos, inexplicablemente centró su intervención exclusivamente en el tópico Electoral, y después de hacer una crítica de todas las reformas electorales producidas del 1994 al 2004, que según su expresión «presentan más ventajas que desventajas» para el funcionamiento de la democracia, y «tienen un efecto contradictorio en el sistema electoral», terminó no obstante afirmando que no proponía ningún cambio en las reformas ya establecidas, «excepto para la ley de elecciones primarias».

En el artículo de marras con el sugerente título de «Ironía Legislativa o Primarias Invertidas», la doctora Espinal trata ya en forma desembozada de desacreditar conjuntamente la ley de Primarias y al pasado gobierno perredeísta y a los autores de la pieza, siendo eso una falacia. Porque no es cierto que fuesen los mismos que apoyaron «la convención reeleccionista sin competitividad partidaria» sino los que nos opusimos a eso y precisamente para que nunca más se produzca la imposición del oficialismo ni del «tiguerismo» en la definición de las candidaturas, tal y como ha estado ocurriendo en los tres grandes partidos, cuando no por la imposición de los candidatos por los sectores dominantes como ocurrió en el año 2000 con Danilo Medina y en el 2004 con Eduardo Estrella e Hipólito Mejía.

En su saña antiperredeísta que al parecer no era compartida por su padre, excompañero de gabinete de Hipólito en el gobierno de Guzmán, no solo hace comentarios muy críticos, a los que tiene perfecto derecho, sino que llega a extremos que lindan en la irracionalidad, al afirmar paladinamente que el gobierno perredeísta «dejó un país devastado a nivel económico e institucional».

Es muy fácil hacer leña del árbol caído, pero una politóloga no debe incurrir en la distorsión de confundir la grave crisis financiera que opacó la segunda parte de la administración anterior, con un país devastado económicamente, cuando los principales renglones de la economía dominicana mostraron una gran vitalidad: turismo, zonas francas, agropecuaria y remesas del interior.

Asimismo, no puede hablarse de un país devastado institucionalmente cuando se completa todo un período sin represiones de ningún género, con plena vigencia de las libertades públicas que terminó con unas elecciones libérrimas, las que cuando le resultaron adversas al Presidente, fue éste el primero en reconocerlo públicamente y en felicitar a su adversario ganador.

Sin duda se cometieron errores y torpezas que fui de los primeros en criticar tanto interna como públicamente, pero al mismo tiempo durante esa administración se institucionalizaron aspectos vitales para la vida pública dominicana como la salud, la seguridad social, la cultura, la protección del medio ambiente, los ayuntamientos, el sistema monetario y financiero, la investigación científica, la migración y la Policía, entre otros renglones, a partir de leyes que aunque de ejecución imperfecta, han sido hitos importantes para nuestro desarrollo institucional. Negarlo todo no es equilibrado ni ayuda al país.

En la aprobación de la Ley de Primarias participaron los legisladores de todos los partidos, incluyendo los dirigentes del antiguo PPH, que reconocieron así sus errores de ayer.

La esencia de estas elecciones está en que sin ser una panaceanque está llamada a resolver todos los problemas de la democracia dominicana, es lo mejor que ha sucedido en materia de reforma electoral en el país y en todas las naciones que la han venido incorporando a sus sistemas políticos, incluyendo los propios Estados Unidos de América, donde está vigentes en más del 80% de sus estados, que incluye en el que labora la doctora Espinal, Pennsylvania.

Tachar las elecciones primarias de inconstitucionales es sencillamente ridículo, sus gastos reales atribuibles son poco significativas y en lo político permite el rescate de los partidos de los grupos de poder que están destruyendo la fe en la democracia en nuestro país, secuestrando la voluntad popular, que solo deja espacio para el voto-castigo a favor de los candidatos que parecen menos malos de los que se presentan al electorado, hasta que hagan colapsar todo el sistema político basado en los partidos, el cual no obstante sus fallas es mucho mejor que volver a las dictaduras militares como la que hemos padecido en el pasado.

En cambio, las elecciones primarias ofrecen las siguientes ventajas indudables:

a) Permite la participación real de los ciudadanos en la elección de los candidatos;

b) Establece un mecanismo de arbitraje y legitimación en la selección de las candidaturas que preservan la unidad de los partidos;

c) Se eliminan las exclusiones e inclusiones fraudulentas en la lista de electores;

d) No permite que los votos de los simpatizantes de un partido influyan en la elección de los candidatos de otros, por ser un evento simultáneo en los mismos sitios;

e) Permite eliminar el voto preferencial en las elecciones generales y con ello la competencia entre compañeros de partido en el día 16 de mayo.

f) Restituye a las mujeres las posiciones alternas en las boletas de un 33% en las candidaturas para las elecciones generales, tal como consigna la Ley 12-00.

g) Se pueden realizar holgadamente con solo una docena de candidatos por partido para cada circunscripción electoral, en cada una de las dos boletas con que éstas se organizan (congresionales y municipales).

h) Permite a los partidos establecer alianzas en dos momentos: antes de las primarias; y después de éstas, para lo que bastaría señalar en las Convenciones de los organismos superiores de los partidos que las autoricen, los puestos pactados en cada circunscripción, con lo que se rodarían hacia abajo los desplazados en el mismo orden en que quedaron en esos comicios.

En cuanto al argumento que trae la Dra. Espinal en contra de las Primarias es el que reivindica la necesidad de que los partidos sostengan su identidad ideológica y social; cabe señalar que esta identidad queda asegurada con la nominación de precandidatos que llenen requisitos de formación doctrinaria, así como de idoneidad técnica y moral, aparte de popularidad, que proteja a los partidos contra posibles advenedizos y antipartidos.

Todo lo demás es pura vocinglería de los que desde ya consciente o inconscientemente se han puesto al servicio del nuevo oficialismo, o de las cúpulas partidarias o del pensamiento conservador, que al parecer no han asimilado los peligros del sistema actual, que estimula el fraude y la manipulación de los candidatos con dinero y prepotencia. Es la gran ironía de estos ataques que parecen más bien una crítica invertida a los que los patrocinan.

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