La isla está casi hecha

La isla está casi hecha

EMILIO JOSE BREA GARCIA
La tozuda irreflexión catalana, con contraparte criolla, de venir a recolonizar el mar frente a las costas de la capital dominicana (aunque la idea sea alemana y haya tenido momentos de elaboración nativa desde posiciones de mando oficial en la pasada gestión gubernamental), sería fácil de realizar si la trasladaran a Boca Chica. Allí ya hay una obra iniciada desde los tiempos de Trujillo, cuando dragaron frente al poblado de Andrés para hacer el muelle industrial con cuyos desechos se hizo la isla artificial que se registra en los documentos cartográficos (planos) como «La Piedra». Más al este esta «La Matica» que fuera un zoológico y que quizás ahora todavía lo sea aunque muy cambiado de faunas.

¿Por que no unir ambas islas, la natural y la artificial, y dar tienda suelta a la imaginación creativa de arquitectos y urbanistas progresistas que con tan loable empeño quieren aportar al desarrollo dominicano haciéndole un antifaz a Santo Domingo?

En Boca se está a minutos despreciables del aeropuerto y ya hay marinas y clubes de yates, hoteles turísticos sobre el mar, restaurantes dentro del mar, gente de playa y costumbres marinas, cultura del ocio (prostitución incluida), gastronomía típica de la zona y todo tipo de vida disipada que se necesita para solventar fantasías y/o quimeras del progreso momentáneo.

Habría que ver si los habitantes de Boca Chica quieren en su frente una isla más o unida a dos para hacerla una sola, con todos los ofrecimientos fantasiosos que los inversionistas extranjeros suelen a los nativos de las costas afrodisíacas del Caribe neo colonial.

Lo que estamos seguros es que hay gente revertiendo la historia. Ahora resulta que Santo Domingo tienen un frente marino (malecón) horrible, que no guarda relación con el mar, aunque esté precisamente frente a él, en línea casi longitudinal, serpenteando el litoral, para envidia de puertorriqueños, que lo perdieron en los años en que se creía que las construcciones traían automáticamente el progreso, y de habaneros, que por efecto de la fuerte erosión del Atlántico, no han podido nunca tener el cobijo de que puede disfrutar «el capitaleño». Y uno se pregunta, ¿Con qué derecho unos «genios» se creen con la altísima potestad de cambiar la fisonomía completa del frente de una ciudad?

Pero resulta que ahora, en contra de la historia y el paisaje natural, en contra de la conservación tantos años preconizada, arquitectos y urbanistas nacionales, unidos a «geniales» mentalidades extranjeras del empresario comercial de las arquitecturas exportables y los urbanismos de canje, nos quieren realizar una obra que aporte a la ciudad una nueva historia, con un nuevo paisaje para una nueva conservación, en donde el chantaje del desarrollo económico aflora ante los ojos de una sociedad hambrienta y voraz, indolente y borracha de alcances materiales y que no ha podido salir del putrefacto abismo de la ignorancia abyecta. Ni los dictadores pudieron hacer lo que los demócratas han hecho y siguen intentando. Las sociedades no se construyen, se planifican. Se organizan sobre normas de conducta pensadas para alcanzar logros colectivos y personales que fortalezcan el potencial capital humano de que pueden disponer. Los espejismos son peligrosos.

Mirarnos al espejo malévolo de la dama que embruja con su sortilegio de pócimas encantadas, es peor. Cuando un cercano país todavía no era nación, uno de sus líderes decidió hacer acopio de la naturaleza para producir la energía que hiciera posible el mover la industria y, al crear fuentes de trabajo, crear patrones de desarrollo. Ese enorme país no hizo ni metros improbables, ni túneles absurdos, ni islas fantasiosas ni elevados inútiles. Hizo presas, embalses, y usando la fuerza de la naturaleza y el ingenio humano, obtuvo la generación energética que hizo surgir la gran nación de todos y todas. Antes solo un grupo disfrutaba del espejismo anglosajón del norte fraccionado. Después de aquello, hubo mejores condiciones y aunque el proceso ha sido duro, ha habido más luces que sombras, por lo menos a lo interno (porque, a lo externo, la política expansionista y guerrerista la convirtió, lamentablemente, en una insaciable nación imperialista).

La prensa del martes 8, Día Internacional de la Mujer, trajo las reseñas orgullosamente absurdos, del desfile de ofertas que recibió el Ayuntamiento del Distrito Nacional para los mega proyectos dentro del mismo Distrito. Contradictoriamente quieren hacer la ciudad imposible. Si ahora no apelamos a la poca sensatez que nos queda, olvidemos los compromisos sociales y regalemos el país. Empecemos por obsequiar a los chantajistas de siempre, el frente marino de la Primada de América. Ocultemos el sol con un dedo. La sombra que iremos dejando nos delatará ante la historia.

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