La islita, contra viento y marea

La islita, contra viento y marea

CÉSAR PÉREZ
En los últimos tiempos se han realizado diversos esbozos de proyectos en los frentes acuáticos de Santo Domingo, con la finalidad de potenciar su vocación como destino turístico y en sentido general, su economía. Algunos, en tanto ideas, tienen sentido de pertinencia, otros, como la islita artificial que pretende levantarse al frente del malecón de Santo Domingo, el más emblemático frente marino del mar Caribe, constituyen expresiones de las acciones de algunos promotores inmobiliarios carentes de criterios verdaderamente urbanísticos y objetivamente contrarias al criterio de construcción de ciudad.

En efecto, en muchas ciudades que tienen el privilegio de tener frentes marinos se han realizado intervenciones urbanas que han potenciado enormemente sus centros históricos. En algunas se han transformado los antiguos puertos cercanos a esas áreas, construyendo centros para el comercio, el disfrute del tiempo libre y de ocio que han revalorizado el casco histórico, han integrado la ciudad al mar y han potenciado enormemente las economías urbanas. Ejemplo sobran, Barcelona, Baltimore, Oslo, Bilbao, San Juan de Puerto Rico, etc.

Sin entrar en la valoración sobre la esencia del contenido de sus propuestas, los diversos proyectos que se han realizado para potenciar a Santo Domingo, desde el punto de vista del aprovechamiento de sus atributos marítimo y de agua, tienen como puntos de referencias, entre otras ciudades, las arriba citadas. La idea del proyecto de la isla que se proyecta al frente del malecón, podría tener un efecto negativo sobre los proyectos de aprovechamiento de los frentes de agua de Santo Domingo para potenciarla de cara a su futuro.

La pertinencia de estos últimos proyectos, es porque tienen un impacto inmediato y permanente sobre los centros históricos de las ciudades al constituirse en una oportunidad para la diversificación de los equipamientos que estos pueden ofrecer para la realización de actividades lúdicas y turísticas y una de las más eficaces acciones para revitalizarlos, sobre todo, cuando estos dan muestra de disminución de sus jerarquías en la ciudad, como es el caso de Santo Domingo en estos momentos.

No hay que conocer en detalles el contenido ni las genialidades arquitectónicas que bien podría tener la isla proyectada, con la idea de hacer más atractiva nuestra ciudad. El hecho de que será como un espacio artificial que al estar ubicada al frente del malecón ocultaría el horizonte que forma parte su la belleza natural, contaminándolo visualmente, que significaría otro espacio separado y más que eso, segregado y segregacionista de esta ciudad, nos lleva a pensar que estamos no sólo ante un mero proyecto de promoción inmobiliaria que no crea ciudad, sino ante otra de las tantas ideas delirantes de «genios» que creen que las ciudades son arcillas para dejar sus improntas y no lugar a ser construidos por y para la gente.

Las ciudades tienen fronteras sociales que son claramente percibidas por la gente de recursos limitados, parecen invisibles, pero la gente sabe que están ahí, que no pueden ser traspasadas. Cuando una persona de escasos recursos entra en algunas áreas exclusivas de la ciudad o a esas ciudades virtuales que son los centros comerciales exclusivos, sabe que ha entrado en territorio prohibido, siente la presión que ejerce el lugar sobre él y de allí sale sin la menor intención de volver de nuevo. Un espacio, como la isla proyectada tendería a provocar la segregación espacial y social y no la integración y cohesión social que son valores esenciales del urbanismo.

Esta ciudad tiene un lugar en el mapa del mundo, ha sido declarada patrimonio de la humanidad. La construcción de una a isla que cambiaría la imagen de su frente marino, uno de nuestros hitos emblemáticos, sólo podría contribuir a ponernos en el libro de los ridículos de la historia. El tipo de turista que atraería no es el que precisamente se interesa por valores históricos y en nada contribuiría en la revitalización y desarrollo del turismo en esta ciudad, por el contrario, su construcción limitaría el impacto positivo que podría tener un proyecto de frente marino, como los realizados en las ciudades arriba citadas, a parte del riesgoso impacto ambiental que podría tener.

Hay que establecer, si teniendo esta ciudad tantas carencias resulta razonable incentivar más de un gran proyecto al frente del malecón, de esencias más que diferentes, totalmente opuestas. A eso y no si será costeada con el dinero del contribuyente, son las cuestiones a las cuales, la presidencia de la República, el Congreso Nacional y el Ayuntamiento del Distrito Nacional deberán dar respuestas. Toca a la población dominicana, y en especial a los residentes en esta ciudad, a comerciantes y hoteleros, apoyar y promover proyectos que al ser realmente urbanísticos potencian la cohesión y la integración social, no aquellos que sin sentido de pertinencia contra viento y marea algunos desarrolladores quieren realizar.

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