La izquierda como cultura

La izquierda como cultura

La izquierda dominicana no existe como  fuerza política, es cierto, pero la pregunta que inquieta es: ¿existirá, entonces, como una cultura política? Es decir ¿es posible que la izquierda exista hoy sólo como un cuerpo de ideas, valores y estilos de vida?

Pienso que esa cultura de alguna manera existe, pero muchas de sus ideas rotuladas como de izquierda no lo son y otras han dejado de serlo. Pongo algunos ejemplos. Casi todos los grupos definidos como de izquierda tienen un nacionalismo trasnochado en el tema de la inmigración haitiana en el país, no proponen una política de derechos humanos  consecuente con la dolorosa realidad de los inmigrantes, se tapan los oídos cuando deben reclamar políticas migratorias responsables al Estado y se niegan a admitir que los organismos de derechos humanos tienen razón, en cuanto a que en el país son muchos los casos donde se violan los derechos de esos trabajadores. Otro ejemplo: en el tema del género izquierda y derecha comparten un mismo marco cultural de exclusión, reflejado claramente en el débil peso femenino en la dirección de la política dominicana. Finalmente, pensemos el tema de la igualdad: la izquierda tradicional no admite que de lo que se trata es de dotar a la gente de capacidades e iguales oportunidades, ambas como condiciones de una justa distribución de la riqueza.

También es cierto que a la izquierda no le preocupa, y posiblemente entienda muy poco, la centralidad del estado de derecho en la construcción democrática. En gran medida esto es el producto de una visión instrumental de la democracia: en la cultura de nuestra izquierda la democracia se asume como un recurso para alcanzar el objetivo final, tomar el poder del Estado. La democracia no se ve como un valor intrínseco que en sí mismo constituye un bien civilizatorio que debe defenderse y sostenerse.

La preocupación por la izquierda debe conducirnos a otro asunto: que en realidad muchos de los señalamientos críticos que se hacen a la izquierda son extensibles a buena parte de la clase política dominicana. Lo que diferenciaría a la “élite política” de la izquierda diezmada y hoy organizativamente inexistente o falsa, es quizás que esa élite acepta la competencia democrática, pero dudo que su gran mayoría asuma en serio los valores democráticos y su correlato ético, como tampoco creo que los asuma la izquierda.

 Aquí la diferencia entre ambos grupos es que en un caso hay un instrumentalismo orientado a un objetivo falso y, estoy de acuerdo, peligroso para la democracia: pensar que tomar el poder y controlar el Estado resuelve el problema de la democracia.  Pero la élite tradicional realmente existente no resulta menos peligrosa, en muchos aspectos, para la democracia: también la usa como medio, instrumentaliza sus valores y persigue en este caso simplemente perseverar en el poder.

Queda en el tintero el complejo problema de la existencia de un grupo humano que puede ser real como cultura, pero se invisibiliza como organismo social, me refiero a la izquierda falsa o inexistente.

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