La izquierda “ongófaga”

La izquierda “ongófaga”

Todos los días leemos en los periódicos noticias acerca de inmigrantes ilegales. A las costas de España llegan emigrantes magrebíes en debilísimas pateras, pequeñas embarcaciones de fondo plano; centenares de dominicanos intentan cruzar en yolas el Canal de la Mona, con la esperanza de llegar a Puerto Rico y, desde allí, pasar a los Estados Unidos. Pateras y yolas son medios de transporte usados por gente desesperada. Los cubanos abordan balsas, los haitianos prefieren veleros. El caso es que grandes grupos humanos, en todas partes, emigran por razones económicas. Las explicaciones sociológicas, económicas o demográficas, no disminuyen los sufrimientos de los emigrantes; tampoco evitan el rechazo de los nacionales de los países donde llegan, ni la persecución de las autoridades de migración.

Explicar las causas de las migraciones no inclina a ningún país a tolerarlas, a asumir las responsabilidades laborales, sanitarias, políticas, que resultan de recibir esas migraciones. No hay dudas de que la terrible situación económica y política de Haití impulsa a sus habitantes a emigrar; en primer lugar, hacia RD, un país “con mayor desarrollo relativo”, como reza la frase “sacramental”. En la RD, sin embargo, hay muchas personas que defienden a los emigrantes todos, especialmente si son haitianos. Simpatizan con el pobre, con el desvalido, con los “humillados y ofendidos”, para decirlo en el viejo lenguaje bolchevique. En Santo Domingo existen personas que son declaradamente “hatianófilos”. En cambio, no es posible encontrar en Haití ningún periodista, político o historiador, que sea “domincanófilo”.

Los tradicionales disentidores intelectuales de izquierda, que antiguamente eran “contestatarios”, ahora son “prebendatarios”; disfrutan de prebendas burocráticas de gobiernos, universidades, organismos internacionales y ONG. Burlonamente se les llama “ongófagos”. Lo cual no quiere decir que ingieran hongos; sólo se pretende indicar que viven de las ONG extranjeras; de ellas reciben la paga y las instrucciones.

Pero siguen usando el método, gastado y maltrecho, de la intimidación ideológica. Cualquier hombre normal que ame el país donde nació y creció, puede ser acusado de “ultranacionalista”, únicamente por oponerse a que los extranjeros tengan el control de su nación. También puede tildársele de racista antinegro… si pensara que los reglamentos migratorios harán imposible la repatriación de inmigrantes ilegales haitianos. (Pecho y espalda; 13/02/2003).

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