La profundidad y peligrosidad de la reciente espiral de violencia que sacude Medio Oriente y la guerra de la Rusia de Putin contra Ucrania, provocan los más encendidos debates entre los sectores que toman parte a favor o en contra de las partes en conflicto. A pesar de que la justa e inapelable condena a Israel llega a un nivel de casi unanimidad, en ella existen importantes matices que llegan a nivel de divisiones entre quienes condenan a ese país por la barbarie que comete en Gaza. Ante esos hechos, creo pertinente referirse a las tensiones y divisiones que estos provocan en la izquierda, al tiempo de formular algunas preguntas cruciales para el futuro de esta corriente, porque dependiendo de sus respuestas podría construir su identidad, su norte y su imprescindible inserción en este tiempo.
Muchos la dan por muerta pero no puede decretarse la muerte de una corriente que fue determinante en las aun vivas conquistas democráticas logradas en el discurrir del siglo XX. Sin paliativos, ha sido condena de la izquierda judía de EEUU y del mundo, incluyendo la de Israel, al holocausto en que ese país ha convertido Gaza. Pero, también, ha condenado a Hamás, haciendo honor a la firmeza y objetividad de la tradición izquierdista de incontables intelectuales y ciudadanos de origen judío. Sin embargo, la mayor componente de la izquierda francesa se niega a condenar ese grupo, acentuando la suicida división de la izquierda en un país amenazado por una ultraderecha xenófoba y racista con posibilidades de ser poder.
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En Occidente, varias mediciones indican que más que los hombres, las mujeres votan contra la derecha y también que los jóvenes de 18 a 35 años votan más por partidos conservadores o de derechas que aquellos de 35-40 años en adelante. A ese propósito, vale preguntarse ¿pueden ser modelos para esos sectores, un Gobierno que a sus opositores le exija el silencio y si no lo hacen les plantee dos opciones: la cárcel o el exilio?
¿No es un oprobio que existan Gobiernos donde si se es público opositor se le manda a la cárcel o al exilio, declarándolos apátridas? que uno autoproclamado o llamado de izquierda, ¿ahora se erige en árbitro de unas elecciones en la que sólo permite la participación de aquellos que al Gobierno le da la gana? Son inaceptables anti-modelos. En este tiempo de conflictos que amenazan el futuro inmediato de la humanidad, la izquierda puede aportar ese potencial de imaginación para las protestas, su proverbial resistencia y resiliencia para evitar la hecatombe, como dice Goran Therborn.
Pero fuera más efectiva con una identidad y propuesta de sociedad plural y superior.