Desde que era una adolescente mostraba la coquetería que no la abandona ya metida en la sexta década de existencia.
Tuvo la suerte de nacer con rostro agraciado y anatomía bien distribuida, por lo que desde sus años mozos ha concitado la admiración de los hombres.
Antes de cumplir los veinte años hizo un buen levante amoroso, consistente en un comerciante adinerado.
Como ocurre con frecuencia, la pareja de la damita era un varón de rotunda generosidad barriguil, porque está más que demostrado que el capital gordo torna obesos a sus propietarios.
Además le llevaba un fracatán de años, porque el macho criollo, cuando combina plata y ancianidad se ve afectado de doncellofilia.
Como era de esperar, los familiares y amigos de la afortunada joven la exhortaron a que llevara ante un juez civil al ricachón por “razones de peso”.
Pero ella sorprendió a todos cuando esbozó una teoría matrimoniófoba con visos de racionalidad durante una reunión en su casa, y a la cual fui invitado.
-Se sabe-dijo con la entonación categórica de quien está convencido de la veracidad de su discurso- que el fuego de la pasión amorosa se apaga pronto, y no debe existir mayor tortura que hacer el amor de forma obligatoria. La chivería debe ser renovada periódicamente.
-Pero el final de ese incendio inicial es sustituido por otros sentimientos que compensan con creces esa falta-afirmó la madre de aquella escéptica precoz.
-Vieja, déjese de tonterías, que usted sabe muy bien que eso se puede aplicar a los hombres, que no sustituyen el fuego con sentimientos, sino con mujeres cuyas edades podrían equipararse con las de sus hijas o sus nietas. Y afortunadamente ustedes no tienen que salir de aquí para ver un ejemplo.
Las carcajadas no tardaron, y los argumentos que esgrimieron algunos de los presentes no lograron alterar la expresión del rostro de la damita ni su posición.
-Voy a aprovechar mi relación libre con el vejestorio espléndido que la suerte me ha deparado para mantener con buena dieta y gimnasio esta figura, que durante muchos años actuará como proveedora de hombres, viejos y ricos para el confort, y jóvenes y vigorosos para la chivería.
Se citan por docenas los hombres que han compartido cama con la solterona voluntaria, la que asumió una frase contentiva de la filosofía del hombre dominicano que se niega a contraer matrimonio, que repite con frecuencia:
-Mientras la carne la vendan por libras, no es necesario comprar una vaca entera.