La JCE debe transformarse a fondo

La JCE debe transformarse a fondo

Las declaraciones de Roberto Rosario, afirmando en la reunión de las Juntas Electorales que Participación Ciudadana es enemiga de la JCE, es una muestra más de que es la persona equivocada para seguir ejerciendo esa función.

Esas declaraciones son profundamente inadecuadas, provocadoras y falsas. Es una muestra más de la distorsión política y social que se crea nombrando a dirigentes políticos de partidos al frente de la JCE.

Sin embargo dichas declaraciones son de utilidad para tomar conciencia de que se hace cada vez más imprescindible modificar la práctica  de nombrar  a políticos en la JCE. Lo que se necesita es nombrar a personalidades de reconocida trayectoria cívica, con méritos profesionales y capacidades incuestionables. Mujeres y hombres de consenso. Que generen respeto y confianza.

Y hay que poner fin al reinado en la JCE de los licenciados en Derecho. Una vez que existe un Tribunal Superior Electoral que conoce los casos de las impugnaciones y resuelve los conflictos jurídicos, el papel de los miembros de la JCE pasa a ser fundamentalmente administrativo.

¿Quiénes son los mejor preparados para organizar unos comicios que respondan a un verdadero y real Estado de Derecho? Primero y ante todo personas democráticas, con una trayectoria vital y profesional sin mácula y provenientes de todas las ramas profesionales, es decir, ingenieros, administradores, politólogos, sociólogos, economistas, etc. y también algún licenciado o doctor en derecho, pero no que esta sea la condición necesaria para ser miembro de la JCE.

Por último, hay que felicitar a los miembros de las Juntas Electorales y a todos los empleados de la  misma por su efectiva labor en la preparación de los comicios. Su trabajo ha sido incuestionable y digno de elogio. Una parte de ese mérito también se debe atribuir a los miembros de la JCE, sin duda.

Lo que ha sido y es cuestionable es el papel de su presidente que no ha estado ni está a la altura que se requiere para el buen desempeño de esta delicada, sutil y transparente función.

Lo que se requiere de un presidente de la JCE no es el ardor guerrero de un militante político sino la pasión democrática de un ciudadano ejemplar que esté consciente que unas elecciones libres, es el núcleo fundamental de un sistema político que, para ser legítimo, debe celebrarse sin que nadie tenga la más mínima duda de su limpieza, antes, durante y después del día de votación.

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