En una marcha inequívoca que atraviesa fases correctamente enlazadas y sujetas a un plan maestro, la colectividad dominicana va al encuentro con las urnas para las elecciones que definirán la composición por los próximos cuatro años de los poderes Ejecutivo y Legislativo. A 38 días de lo que idealmente deberá constituir una fiesta de la democracia, la Junta Central Electoral se distingue por encuadrar su poder organizativo de la mejor forma posible: minuciosa en la aplicación de sus objetivos programáticos, fiel en su subordinación a los mandatos constitucionales y receptiva a las propuestas y observaciones constructivas que emanen de los entes partidarios, generalmente exigentes y vigilantes. Sus decisiones y hechos reafirman que sus honorables integrantes son viva expresión y garantía de imparcialidad, como innegablemente lo fueron sus antecesores, que sirvieron con dignidad y competencia al país superando con éxito en el proceso del 2020 un gran tropiezo ajeno a su voluntad.
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El progreso de la democracia dominicana se expresa en contar con una JCE de reconocida entereza y transparencia que inspira confianza en los liderazgos sociales, políticos y de sectores que defienden legítimamente sus intereses y los de la nación por encima de extremismos partidarios. Es este un país excepcional en el contexto hemisférico por su estabilidad política y gubernamental de más de cuatro decenios de traspasos ordenados de poder y de fortalecimiento institucional.