La JCE

La JCE

JOSÉ LOIS MALKUN
Las dudas sobre la JCE son siempre relevantes durante los procesos electorales. Se levantan toda clase de cuestionamientos, algunos válidos, otros estrictamente políticos. Los más radicales críticos provienen de los partidos que no tienen una representación mayoritaria en este organismo. Y si por casualidad ese partido está en el Gobierno, todo se complica ya que la posibilidad de un fraude en su contra crea un ambiente de terror sicológico que se extiende como pólvora.

Y tienen razón, porque la historia nos ha enseñado que no se puede confiar en nadie cuando de elecciones se trata.

Pero sin lugar a dudas, en la organización de las elecciones de 1996, 1998, 2000, 2002 y 2004 y sus resultados posteriores, la JCE ha mostrado cierta transparencia, cordura y madurez que la hacen un organismo mucho mas confiable que años atrás y que el resto de las instituciones del país. En eso han contribuido los organismos nacionales e internacionales que están encargados de asegurar la transparencia del proceso electoral. Los medios de comunicación, que durante meses le dedican sus primeras páginas a todo lo que tiene que ver con la JCE. Pero muy especialmente los partidos y líderes políticos, que ante sus derrotas electorales, mostraron con valentía y responsabilidad el reconocimiento de la voluntad ciudadana.

La conformación de la JCE siempre estará influenciada por el partido que controle el Congreso. Pretender lo contrario es vivir en la luna. Nunca existirá una JCE neutral o apolítica en un país donde los bebés nacen marcados por la política. Y mucho menos pretender una JCE, institucionalmente impecable, en un país donde hay podredumbre en todas las instituciones.

Por ejemplo, los jueces de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos y de cualquier otro estamento del Estado, los propone el Presidente de la República al Senado, que finalmente los ratifica o los rechaza. Y en ese país, que se usa de ejemplo para todo, sea bueno o malo, al Presidente nunca se le ocurriría enviar un candidato que no sea de su partido, si tiene el control del Congreso. La clara diferencia es que existe confianza en las instituciones y éstas, por lo regular, responden a las expectativas del ciudadano. Aquí no.

Por esta razón, la confiabilidad del proceso electoral dominicano ha descansado y descansará por largos años, en la relativa moderación y confiabilidad de algunas organizaciones de la sociedad civil, en ciertos medios responsables de comunicación y en los partidos y líderes políticos. Si una de estas instancias falla, toda esa frágil sustentación se viene abajo. La pregunta que surge es: ¿Cuál de estos tres tiene mayor posibilidad de quebrarlo todo? Obviamente, los partidos y sus líderes.

Por esta razón, los medios y la sociedad civil no deben exagerar la nota con eso de cuestionar constantemente la transparencia de la JCE. Tampoco los problemas del padrón electoral, que siempre han existido y existirán. Ni con el cuestionamiento a su inclinada conformación política, de la que nunca estará exenta. Mantengamos la cordura sin dejar de lado la estrecha vigilancia que hay que mantener sobre el proceso electoral y sobre la actuación de los miembros de este organismo.

Pero en cuanto a la parte política, la cosa se esta complicando. El partido de Gobierno tiene que abandonar la agresiva campaña de descrédito contra la JCE, porque lo único que puede es hacer peligrar las elecciones del 16 de este mes, es esa sucia estrategia política. La transparencia de las elecciones no se pondrá en juego por unos cuantos votantes mal ubicados en el padrón, ni por las mil debilidades internas de la JCE, las que deben hacerse pública y corregirse hasta donde se pueda. El peligro de que estas elecciones puedan resquebrajar la gobernabilidad y estabilidad política, es la obsesión por controlarlo todo, la arrogancia dogmática de los que sustentan el poder y la no aceptación de los resultados electorales, como se muestra en las declaraciones de algunos candidatos oficialistas, de que no pueden perder y si pierden es fraude. Suficiente paciencia han tenido los ciudadanos al soportar la ya excesiva y abusiva expansión del gasto en publicidad electoral, donde los mensajes de algunos partidos muestran una falta de respeto a los valores éticos de cualquier sociedad.

Finalmente, hago un llamado serio a las organizaciones de la sociedad civil y a los medios de comunicación, para que después del 16 de mayo hagan un extenso, incisivo y permanente cuestionamiento a otras instituciones nacionales, como lo han hecho con la JCE. Ojalá que se haga lo mismo con el sistema de educación, salud y seguridad social, que no pueden estar en peores condiciones. Ojalá que esta atención se centre en las condiciones inhumanas de las cárceles, en el manejo irresponsable del gasto público, en la corruptiva asignación de obras de grado a grado, en el uso de los recursos de Petrocaribe, en la delincuencia e inseguridad ciudadana, en el desempleo, en la pobreza que se agudiza aceleradamente, etc. etc. etc. Si esto sucede, le haríamos una gran contribución al país.

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