Nueva York, EFE.- La que fue en su día la mayor refinería de azúcar del mundo dejará muy pronto su privilegiado emplazamiento en el East River a cinco futuristas torres de viviendas, un proyecto que simboliza mejor que ningún otro las tensiones entre el viejo y el nuevo Nueva York.
El concejo municipal dio esta semana la luz verde definitiva al polémico desarrollo, que tendrá un presupuesto de 1.500 millones de dólares y que prevé la construcción de casi 2.300 apartamentos y de numerosos espacios comerciales en edificios de hasta 55 pisos con algunas de las mejores vistas de la ciudad.
La construcción cambiará para siempre la imagen del barrio de Williamsburg, en la orilla oriental del río que separa Manhattan y Brooklyn, borrando uno de los últimos recuerdos de su pasado industrial y sustituyéndolo con modernos rascacielos de originales formas.
La refinería de Domino Sugar, un imponente edificio de ladrillo construido en la década de 1880, fue en su época la de mayor tamaño en todo el mundo y llegó a producir más de la mitad del azúcar que se consumía en Estados Unidos.
El declive le llegó en la segunda mitad del siglo XX y en 2004 se produjo su cierre definitivo, justo en una época en la que comenzaba a acelerarse la vertiginosa transformación de Williamsburg de barrio obrero a lugar de moda.
Hoy, del esplendor de la Domino Sugar apenas queda el icónico letrero amarillo. El lugar, probablemente la más interesante de las ruinas industriales de Nueva York, se ha convertido en un imán para los fotógrafos y, en parte, en un símbolo de la resistencia de los vecinos a los cambios sociales y urbanísticos que afectan a la ciudad.