El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, disolvió la Asamblea Nacional para frenar el juicio que amenazaba sacarlo del poder. Lasso llevaba meses bajo el fuego de allegados al expresidente Rafael Correa que lo vinculan a un supuesto caso de peculado en el manejo de la Flota Petrolera Ecuatoriana y sus contratos con firmas internacionales.

La jugada de Lasso recuerda, en parte, las maniobras del expresidente peruano Pedro Castillo, el del gran sombrero y lápiz en mano. Y digo en parte ya que Castillo trató de imitar al tristemente recordado Alberto Fujimori y borrar el Congreso, pero en su caso, fue depuesto y hoy guarda prisión.

Por ahora, el ecuatoriano ha corrido con mejor suerte al apoyarse en un “mecanismo” de la “Constitución correísta” llamado Muerte Cruzada, el cual permite al Ejecutivo desconocer la Asamblea y convocar elecciones legislativas y presidenciales en los próximos 6 meses. Mientras, el presidente gobierna por decretos.

La Muerte Cruzada se puede invocar en caso que la Asamblea Nacional obstruya el mandato presidencial, en medio de una gran crisis política o si la misma Asamblea asume funciones anticonstitucionales. Lasso dijo sentirse presionado por los congresistas. Según politólogos ecuatorianos el nombre de este “apartado constitucional” se debe al riesgo que corren tanto el actual presidente como los miembros de la Asamblea Nacional al participar en nuevos comicios. Hasta ahora, Lasso es apoyado por los cuerpos armados, de líderes regionales, y hasta EEUU ha tomado con calma la situación.