La justicia engrandecería la nación

La justicia engrandecería la nación

POR PASTOR OSCAR AROCHA
En medio de su mitin de cierre de campana en el Cibao, el entonces presidente electo fue informado de la enfermedad de su amigo, y su primera reacción fue invocar al Dios Todopoderoso por la salud de su aliado Jacinto Peynado. Su amigo no falleció en la gravedad del momento, sino meses después. Me atrevo inferir de su reacción, este buen ejemplo: Que cuando nos encontremos frente a una avasallante adversidad, lo sabio es depender de la misericordia divina. Ahora en mi condición de dominicano, me aventuro a poner en el oído de nuestro gobernante lo siguiente: Que El mismo Todopoderoso que aquel día invocó a favor de su amigo y socio político, también ha dejado testimonio de cuál ha de ser la prioridad de todo gobernante, si es que se aspira a una esperanza racional de beneficiar la nación. El sabio Salomón lo encerró en esta sentencia: «La justicia engrandece a la nación» (Pro.14:34). Esto es, que la verdadera honra de un país, como de un individuo, descansa en poseer un buen carácter moral. Progreso sin justicia trae descrédito. Una justicia saludable trae dos buenos efectos, a saber: Calidad humana y progreso material.

Calidad humana. Hay personas ricas que hombres buenos no quisieran tenerlos como amigos, por carecer de buen carácter moral. No cuidaron la entrada de las monedas en sus bolsillos. Poseen dinero, pero no honra. Bienes materiales, pero no virtudes. No tienen atractivo al juicio de un ojo decente. Cuando la justicia ocupa el lugar que le corresponde en una sociedad, sus buenos efectos se hacen manifiestos: Paz ciudadana, armonía social, estabilidad institucional, y concentración de energía emprendedora en la población. Si un pueblo ha perdido estas bondades, entonces hay que hacer todo esfuerzo legítimo para que la justicia ocupe su lugar y vengan sus frutos. Como nación lo necesitamos desesperadamente, la salud como país depende de esto. Se hace impostergable.

Es el sentir universal que Salomón fue hombre sabio, y en su gobierno el pueblo disfrutó de una prosperidad incomparable. La plata era tan común como las piedras. Al considerar la historia de su gobierno llama poderosamente la atención que en su mismos inicios el impartir justicia de manera extraordinaria dio brillo y grandeza a su mandato. Recordemos como resolvió el caso de dos mamás reclamando como suyo el mismo bebé. Inició su administración poniendo la justicia en lo alto.

Alguien pudiera decir que la crisis económica de la República Dominicana es tan profunda que la justicia no puede ser más importante que la prosperidad económica, «comer es primero», dice el slogan.  Aun en tal situación nos adherimos a la sentencia bíblica: «La justicia engrandece a la nación.». Téngase en cuenta que un asunto pudiera ser más prioritario que otro, y no serlo en el tiempo. A nadie se le ocurriría decir al final de un día que lo más importante que hizo fue cepillarse los dientes. Eso fue lo primero, pero no lo más importante. Un gobierno pudiera dedicarse en su gestión inicial a buscar prosperidad sin rebajar el sitial de la justicia. Es un principio universal de evaluación, que la importancia de un asunto social no se mide por la cronología de su ocurrencia, sino por su incidencia en la salud nacional. La divisa de la nación es la justicia; dicho de otro modo, la grandeza de una nación lo constituye la calidad de sus hombres, no necesariamente la riqueza de sus tierras, si es que finalmente poseemos alguna riqueza estable.

Si no hay una justicia eficaz, habrá muy poco espacio para el hombre bueno y honesto. Creo no exagerar si digo que en la generación que nos ha tocado vivir se hace difícil vivir como ciudadano decente. El escándalo recurrente que a menudo se ve en no pocos de nuestros líderes apoya lo que hemos dicho. No pasa un mes sin que la información pública no dé cuenta de algún hecho bochornoso. Los hombres honestos y capaces escasean. Cuando la injusticia abunda, el hombre bueno se esconde. Pretendo con mis argumentos apelar al buen intelecto, que la carencia de justicia se coloca en contra del hombre decente, ingenioso y emprendedor, o que la nación se empobrece cuando las leyes no dan la debida protección al hombre bueno. Como sociedad se perderían sus buenos aportes.

Progreso material. Si el bienestar material es buscado o puesto como más importante, tal senda no asegura el bien que se pretende alcanzar como nación. El primer bien que un presidente debiera hacer en su administración no es dar prosperidad, sino aplicar justicia o equidad. La prosperidad sin justicia suele desembocar en opresión de los ricos sobre los pobres; es en aguas de injusticias donde el pez grande suele comer con más facilidad al pequeño, por eso es necesario que antes de la prosperidad común hay que establecer la justicia común. Nadie pondrá su dinero en un banco que no le tenga confianza, ni habrá inversión extranjera si el inversionista no cuenta con un sistema jurídico que proteja su inversión en caso de necesidad.

Para nadie es un secreto que el abuso es más común donde haya menos mecanismos de justicia para impedirlo. Hay más abusos ciudadanos en una dictadura que en una democracia. En sociedades con dosis de no poca injusticia el de abajo sube con mayor dificultad, o las oportunidades del hombre emprendedor o ingenioso se disminuyen.

Es función de cualquier gobierno que honre la justicia, proteger de manera legítima a los generadores de riquezas. Alguien ha comentado: Que de cada cien negocios o empresas que se establecen, al cabo de unos años apenas diez permanecen. Esto es, que los hombres capaces de generar riquezas para la nación en forma justa, suelen ser escasos. Si la justicia es débil, tales buenos hombres son más escasos. Es la justicia lo que permitirá que las buenas oportunidades sean para todos, por la sencilla razón de que todos los ciudadano estarían iguales frente a la Constitución y las leyes.  En un clima de equidad, la competencia triunfante y beneficiosa a la población, dependería, no tanto del clientelismo político, sino de la capacidad y talento de los buenos administradores. Tal árbol pariría más ingenio o creatividad en el difícil arte de generar limpias riquezas para el bien presente y futuro del país.

Así que, finalizo volviendo sobre mis pasos:  «La justicia engrandece a la nación».  La honra de un país, como de un individuo descansa en poseer un buen carácter moral. Progreso sin justicia trae descrédito. Una justicia saludable en la República Dominicana traería dos buenos efectos, a saber: Calidad humana y progreso material. Más particularmente: Paz ciudadana, armonía social, estabilidad institucional, y concentración o fuerte estímulo de energía emprendedora en la población. (Febrero 19, 2005).

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