La semana pasada la incertidumbre se apoderó de los ciudadanos que buscaban opciones para poder llegar a su lugar de trabajo, provocado por el paro de la Federación de Transporte la Nueva Opción (Fenatrano) presidida por Juan Hubieres, en la que miles quedaron varados en el gran Santo Domingo y algunas provincias del Sur.

La justificación es apropiada, pues los altos costos de los combustibles nos afecta a todos, A TODOS, como dice el cuento de la madre superiora.

El aumento del pasaje es merecido, pues los choferes de transporte interurbano, no aguantan el costo elevado de los carburantes y esto lo transfieren a los usuarios, que hace más de una década que no reciben un reajuste de sus sueldos.

De igual manera, el transporte de carga  tiene que aumentar sus tarifas por flete, lo que al final se transfiere a la canasta familiar, que asimismo se incrementa, lo que contribuye al desmejoramiento de la calidad del  dominicano.

El pueblo brindó el apoyo y lo justifica, porque subir los combustibles  no hace replantear el presupuesto de la familia cada semana, haciendo más costosa la vida de los habitantes de esta pequeña isla.

Podemos ser necios al apoyar y justificar los paros, pero no porque el pueblo dominicano tiene que hacer presiones a las autoridades sobre la modificación de la ley de hidrocarburos.

La sociedad dominicana debe doblegar sus fuerzas para hacer presión ante el congreso para la modificación de esta ley y la forma abusiva como maneja el gobierno las tarifas de los combustibles.

No solo los choferes de transporte público deben llamar a paro, todas las familias deben sumarse, para así darle entender al gobierno que ya no se aguanta más las alza de los precios de los carburantes y todo lo que conlleva esto.

Cada dominicano debe hacer su reclamo independientemente si tiene o no vehículo de motor, porque al final todos pagamos el alto costo de los combustibles, en cada una de las facturas que nos llega a las manos.