La lamentable justicia que nos gastamos

La lamentable justicia que nos gastamos

Uno de los errores más peligrosos que un ciudadano puede cometer, es el de confundir la justicia con el derecho. Especialmente en un país en el que muchísimos creen tener muchos derechos y pocas obligaciones; mientras, muchísimos creen que porque su causa es justa, no tendrán problemas en las cortes, ante la justicia.

Y andan confiados pensando que ningún mal les acontecerá si no ofenden, no infringen leyes y se portan correctamente. Recientemente un abogado amigo me explicó: “Tu  puedes tener la razón y sin embargo ser condenado por no hacer una defensa correcta ante los tribunales. Una cosa el derecho y otra la justicia”.

Anteriormente había tenido esa sensación de impotencia ante la arbitrariedad del derecho y de leyes injustas, fue cuando otro abogado amigo me explicó que un abogado puede insultarte como le parezca durante  un  juicio y tu no poder demandarlo, ni exigirle reparación alguna. Confieso que sentí odio por los abogados y por quienes hicieron esa ley.

Más tarde en la vida, otro abogado me dijo, junto a un comunicador, que para defendernos en la corte contra alguien que nos difamó vil y perversamente, que nos cobraría $30 mil dólares, por adelantado, y sin darnos seguridad de ganar el caso.

Hace 20 años que compré una parcela en Cabrera y recientemente el vendedor y sus hermanos me han demandado (y embargado mi cuenta bancaria) junto a otros compradores por “asociación de malhechores”, en medio de un pleito sobre si su padre vendió  o no a los demás (a mí me vendió un heredero). Durante una audiencia me acerqué cautamente al abogado contrario y le pregunté – por curiosidad de sociólogo – ¿Cómo es posible que alguien utilice frase tan injuriosa contra una persona que ni siquiera conoce? Él se excusó, explicándome que eso es un uso de oficio.

A todo esto, pagué una fianza, pero no he vuelto a usar mi cuenta bancaria, psicológicamente resentido por un daño a una reputación que uno cree haberse ganado. Banqueros y abogados estarán habituados a estas cosas; no necesariamente las personas decentes.

El colmo fue el reciente caso de Amparo, a quien le asesinaron su esposo (tío Armando, ambos de 85); a ella la maniataron, torturaron y robaron los asesinos enmascarados. Fueron absueltos por falta de prueba no obstante uno de ellos confesar e implicar a los otros tres. La demandaron por daños y perjuicios, y la justicia la condenó a pagarle 2 millones (pagó casi un millón). Obra de abogados y de la justicia de La Vega.

Justicia canalla, abogados perversos. En esa precariedad o perversidad jurídica y de la justicia vivimos. La radioemisora Z-101 a prima tarde, da evidencias de miles de pobres que a diario son abusados, sin que nadie los ampare, o sin saber cómo llegarse a los que los podrían, quizás, defenderlos.

Triunfan los abogados chicaneros y malhechores, asociados a una justicia corrupta y pervertida. Dios compensará a los probos; y hará justicia verdadera a jueces venales y abogados desalmados. ¡Cuenten con eso!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas