La langosta, un manjar de muchos presidentes

La langosta, un manjar de muchos presidentes

CAIUS APICIUS
MADRID, EFE .-
No falla: cada vez que el presidente de los Estados Unidos recibe a algún invitado ilustre en Nueva Inglaterra los periódicos acaban hablándonos de langostas.

De hecho, la reciente «cumbre» entre Bush y Putin ha sido bautizada como «la cumbre de la langosta».

   De modo que el presidente de los Estados Unidos, George Walker Bush, y el presidente ruso, Vladimir Vladimirovich Putin, han disfrutado, en la costa noroccidental del país del primero de ellos, de lo que normalmente oímos llamar, en español, langosta… cuando una vez más habrá que decir que no se trata de langostas, sino de bogavantes.

   Son, y justamente, famosos los bogavantes de Massachussets, los bogavantes canadienses… Estamos hablando del marisco conocido en inglés como «lobster», ese decápodo (de diez patas) macruro (de cola larga) cuyo color natural va del pardo al azul y que tiene sus dos primeras patas terminadas en pinzas muy poderosas. Es el «homard» francés; pero ni de una forma ni de otra se salva de ser traducido al español como «langosta».

 Un crustáceo muy deseado

   La langosta es otro crustáceo, no menos decápodo y no menos macruro, pero que, entre otras cosas, carece de las enormes pinzas del bogavante y es bien identificable por sus larguísimas y finas antenas. Sería, en inglés, «spiny lobster», y, en francés, «langouste».

en    Hay quien prefiere el bogavante, hay quien entiende que es más fina la langosta… La verdad es que ambos crustáceos son muy buenos, a condición de proceder de aguas más frías que cálidas; a las langostas tropicales les falta algo, no dan la talla como las de mares más fríos.

   Claro que, para mares fríos, los rusos. Si la cumbre se hubiera celebrado al noroeste no de los Estados Unidos, sino de Rusia, o sea, en la costa del Pacífico norte, las cosas seguramente hubieran cambiado. Puede que por allí haya, también, bogavantes -langostas parece más complicado-, pero el crustáceo rey en esa zona es otro decápodo, pero esta vez braquiuro (de cola corta: y tan corta, como que no tiene): el cangrejo, el gran cangrejo de Kamchatka.

 ¿Cómo le llaman los europeos?

   Los ingleses le llaman «King crab», y noruegos y gallegos usan también el nombre de «cangrejo real» para designar especies semejantes.

Lo normal es encontrarlo enlatado, procedente tanto del lado ruso como del lado de Alaska; la verdad es que está bastante rico, prácticamente al natural, aunque haya partidarios de aliñarlo un poco con aceite y limón, o directamente con mayonesa.

   Por supuesto, en su propio éxito lleva el «chatka» su penitencia: ha sido uno de los primeros productos de prestigio que ha sufrido la imitación: el surimi, los palitos de cangrejo de origen japonés, que no tienen nada de cangrejo, pero que se venden como rosquillas. Hombre, más baratos que el cangrejo real de Kamchatka ya son, pero no es admisible ningún tipo de comparación…

   Más raro es encontrar en el mercado cangrejos de éstos frescos.

Lo primero, porque no es fácil pescarlos, ya que suelen vivir a bastante profundidad; normalmente, el proceso de preparación empieza ya en el buque-factoría.

Si encuentran alguno… bueno, admite las mismas preparaciones que un buey de mar, un centollo… No es lo mismo, ya se lo advertimos, pero admitirlas las admite.    Mejor en lata, y del lado ruso. Pero ya verán cómo, si Putin y Bush celebran una cumbre en, qué sé yo, Vladivostok, no faltarán periodistas que nos informen de que ambos mandatarios se han puesto tontos de centolla… cuando lo más probable es que se trate del cangrejo de Kamchatka. El caso es confundir; de verdad, sólo puede llamarle «langosta» a un «lobster» una persona que nunca haya probado la langosta. Por lo que se ve, abundan.    Y, hombre, la langosta era una encarnación del lujo allá por la «Belle Epoque», pero ahora no es para tanto: se puede comer de vez en cuando.

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