La lección de Irán

La lección de Irán

POR UBI RIVAS
Sin exigencia alguna a Gran Bretaña, a quien Irán acusó de accesar a sus aguas patrimoniales a quince marinos militares, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, liberó a los cautivos, acotando que su actitud “es un regalo para el pueblo británico”.

En principio, Teherán exigió disculpas al Foreing Office, es decir, al primer ministro Tony Blair, quien siempre insistió que el navío militar surcaba aguas iraquíes, una excusa que a todos pareció insostenible, no veraz, enmarcada en los lineamientos siempre calcados por los imperios, por los que se saben poderosos, para abusar y avasallar a los débiles.

Superado el diferendo, provocado intencionalmente por Londres, el primer ministro del Reino Unido se deshizo en alabanzas y elogios al gobierno iraní y su pueblo con ricuras de este tenor:

“Los desacuerdos que tengamos con vuestro gobierno, deseamos resolverlos de manera pacífica, mediante el diálogo. Al pueblo iraní le diré simplemente esto: No os guardamos rencor, por el contrario, respetamos a Irán como una civilización antigua y como una nación con una historia orgullosa y digna”.

Es lo que ha debido consistir y constituir una práctica en materia de relaciones bilaterales de los poderosos con los débiles, y la actitud altruista del presidente Ahmadineyad ha resaltado esa falla y la alta conveniencia de su estilo a seguir, de manera que se constituya en una escuela para normar las relaciones entre los estados.

Ahmadineyad actuó con extrema inteligencia, porque demostró que en realidad su país, ni él, constituyen lo que el presidente George Bush jr. ha incurrido en calificarlo como punto referencial de “eje del mal” que integra junto a Damasco y Pyongyang, y anteriormente, Bagdad.

El presidente iraní demostró con su decisión, que ha recibido el espaldarazo de la comunidad internacional, que en ciertos casos es posible ceder al par que dar una lección contundente de inteligencia, prudencia, sensatez así como impulsar relaciones óptimas, aunque en otros, como el desarrollo nuclear para fines pacíficos, decidida y definitivamente, no.

El presidente Bush jr. ha orquestado una presión internacional, usando a fondo su condición de jefe de Estado de la superpotencia unipolar primero, y luego derivándolo a las Naciones Unidas, a la Unión Europea, todos los cuales temen al imperio y a su inefable conductor, para detener el programa de desarrollo nuclear a base de enriquecimiento de uranio.

Bush jr. acusa a Irán de enriquecer uranio para armar bombas atómicas y destituir al Estado de Israel, algo insostenible, porque de incurrir en una barbarie similar, también provocaría una desgracia no solamente a los israelíes, sino a los palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, considerando que todos están apretujados en una área poco mayor de 20 mil kilómetros cuadrados, y los efectos de una bomba A no distinguen nacionalidades ni respetan fronteras.

El presidente Ahmadineyad sostiene que el desarrollo del programa nuclear, aparte de que Irán, como país soberano, tiene todo el derecho consagrado internacionalmente de proveerse de los recursos de que dispone para su seguridad nacional, lo orienta para cuando no tenga petróleo por su agotamiento en menos de 30 años con la velocidad de explotación de más de tres mm b/d, disponer de una fuente alternativa de energía vital para toda comunidad civilizada hoy día.

También el presidente iraní alega que Estados Unidos detonó todas las bombas atómicas que quizo, y ningún gobierno del mundo, Teherán entre ellos, protestó nunca, como a su vez en su momento lo hicieron Gran Bretaña, Francia, China, Rusia, y que el Estado de Israel construye bombas atómicas en su reactor de Dimona, en el Néguev, disponiendo de un almacén con más de 200, y Teherán nunca ha protestado.

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