La lectura de los clásicos

La lectura de los clásicos

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
No hay tiempo para leer los clásicos. Algunos, seamos francos, están destinados a los entendidos solamente. Los clásicos van haciéndose de tales maneras inasequibles al amplio público, que si no están en peligro de desaparecer es sólo porque en el mundo globalizado, que por un lado nos quita el tiempo para su degustación reposada, por otra nos brinda mecanismos inimaginables que aseguran la conservación del acervo intelectual de la humanidad.

El tiempo, o mejor, la falta de él, es una consecuencia y no una causa de esa menor lectura de los clásicos. Las causas, a mi modo de ver, están en la dificultad del lector de reconstruir eficazmente el alcance de las palabras registradas en muchos de los textos considerados como clásicos. La verdad es que las palabras permanecen los conceptos designados por ellas no. Hoy es cada vez menos común que contemos, como lectores, con un entrenamiento mínimo para alcanzar o en algún caso, reconstruir, el concepto detrás de las palabras de una obra ancestral.

Esa dificultad se debe a que el sistema educativo predominante, aún con sus bondades, privilegia la lectura «adecuada» a la lectura «esforzada». El resultado favorable es que nunca como ahora, en el país y en el mundo, se ha leído tanto. El sistema ha incorporado grandes segmentos de la población a la legión de lectores. En contraposición, el efecto indeseado y desfavorable es que nunca como ahora la lectura de los clásicos se encuentra tan alejada de los lectores.

Muchos entendidos reconocen que leer una obra de la Edad Media, del Siglo de Oro Español implica una suma considerable de conocimientos, la confluencia de otras lecturas. Italo Calvino, en su obra ¿Por qué leer los clásicos? buscaba evidenciar la necesidad de leerlos y de alguna manera admite que su lectura no puede ser nunca una lectura pasiva. El esfuerzo vale la pena.

No hablamos del natural olvido de aquella obra que aunque muy popular en su tiempo languidece por haber sido demasiado hija de su tiempo. Nos referimos a esa obra transcendente y enriquecedora en la que, a pesar de los años y siglos, sigue vigente algún concepto indispensable o a una fibra consustancial al ser humano o, simplemente a uno mismo. El clásico es un libro que puede hacerse difícil, distante al principio, pero que en sus palabras tiene conceptos que podemos redescubrir o incluso reinventar sin que se traicione su espíritu.

Una característica de los clásicos es que su fama nos llega más pronto que el libro mismo. La Divina Comedia, por ejemplo, es conocida casi por todo aquel que ha terminado el bachillerato. No estoy seguro de muchos hayan descendido a los círculos del infierno para encontrar el paraíso del lenguaje. Un ejemplo más cercano es el Quijote: el libro más editado desde la Biblia y no dudo que en nuestra lengua uno de los más leídos, sin embargo, es probable que no haya sido tan disfrutado como merece.

El clásico, sin embargo, sobrevive porque al derrotar a la crítica de su tiempo, se convierte en una herramienta para mostrar erudición. Calvino advierte sobre la pobreza de aproximarse a un clásico por la erudición. Sincero y conocedor del mundo intelectual mundial él nos advierte que ni los especialistas pueden jactarse, sin mentir, de que han leído todos los clásicos considerados como fundamentales. El intelectual suele ser muy presumido. Digamos en su defensa que alardear por lo leído exige indulgencia, pues después de todo en estos tiempos hay quien se pavonea por no saber, o alardea de sus atributos físicos, ambas cosas hijas de la banalidad estéril.

Es importante destacar que la erudición, en el sentido tradicional, ya no es necesaria. El Internet, Wikipedia y otras herramientas recogen más información que ninguna enciclopedia nunca antes, ¡O de todas juntas! Eso nos libera del ejercicio fatuo de leer para acumular datos. Hoy podemos leer los clásicos, los que elijamos como nuestros, para dos cosas básicas: saber que nada nuevo hay bajo el sol y para poder entrar en un pausado y reconfortante diálogo con nosotros mismos.

Publicaciones Relacionadas