La lengua y el saber

La lengua y el saber

Estimado señor Viceministro:
¿Por qué el reconocido lingüista Emil Benveniste dice que “nunca llegamos al hombre separado del lenguaje ni jamás lo vemos inventarlo”?
Benveniste lo dice porque el lenguaje es consustancial a la condición humana, no existe un momento de la humanidad en que el ser humano aparezca separado del lenguaje. Si somos capaces de apropiarnos del universo, si domesticamos la realidad que nos rodea, si asumimos las leyes de la naturaleza, es porque la lengua la ha modelado previamente. Es un lugar común afirmar que no existe pensamiento sin lenguaje, pero en la vida posmoderna, es necesario insistir todavía en que todos los sistemas de signos en los que se almacena, perfecciona y multiplica el saber, remiten al sistema de signo de la lengua. No hay que olvidarlo, ahora que en el sistema educativo dominicano se presenta una crisis de la enseñanza de la lengua, junto a la crisis general; y un afán por cifrar logros a partir de la adquisición de computadoras, y hasta se proclama una improbable “Revolución educativa”.
Lo que ocurre es que la sociedad tecnológica de hoy tiene otras formas más simples y complejas de lecturas, y hay infinitas posibilidades de “comunicar” el saber por medio de las vías electrónicas. Más del ochenta por ciento de los saberes que se reciben en el mundo de hoy llegan a través de la percepción. Vivimos, en cierta medida, en un mundo receptivo, y uno se empina sobre el saber como si tuviera un lado muerto, como si esas informaciones, antes de atravesar el código cibernético no tuvieran que atravesar el código lingüístico. Hay otras formas de lectura, otros códigos, otros procedimientos de transmisión del conocimiento. Pero lo que la tecnología no ha podido es borrar la relación indisoluble que existe entre el pensamiento y el lenguaje. ¿Debo explicarle esto, señor viceministro? ¿Es necesario insistir sobre la necesidad de darle un tratamiento especial a la enseñanza de la lengua materna? ¿No es la lengua el significante de la cultura? ¿No es una insistencia agobiante la de los informes del LLECE, TERCE y SERCE, respecto del bajo nivel de comprensión lectora de nuestros estudiantes?
Es por eso que el sistema educativo dominicano tiene que hacer un esfuerzo de superación infinita en la enseñanza de la lengua. ¿Cómo entender que nuestros estudiantes salen del bachillerato con un universo vocabular dos veces inferior a la media de la mayoría de los países hispanoamericanos? ¿Qué esperar de un estudiante que no es capaz de dominar el concepto como categoría del pensamiento? ¿A dónde acudir, si la experiencia de lectoría de nuestros estudiantes es ínfima, y si explicar lo leído es siempre una aventura que conduce a la decepción? ¿Se puede ser un buen estudiante sin manejar con destreza la lengua, puesto que la lengua, además de ser ella misma objeto de estudio, es el instrumento con el que se estudian todas las otras asignaturas, incluyendo la matemática? ¿No es la misma afinidad sistémica la que hermana el dificultoso aprendizaje de la matemática y la lengua materna?
Estimado viceministro:
La vida de hoy, en las condiciones de la posmodernidad, es un enjambre interminable de signos. Antes fue igual, pero la sociedad posmoderna hace preponderante la imagen sobre el concepto. Sin embargo, entre todos los sistemas de signos de la vida social, el signo lingüístico es el más importante y el más complejo porque atañe a la esencia de la condición humana. Hay que enseñar la lengua con esa conciencia del valor del instrumental, porque a pesar de toda la tecnología, la inteligencia humana es estructuralmente lingüística. Piense usted en un poema. ¿Cuántas cosas albergan los significados de un poema? Cito uno solo: “El barco ebrio”, del ingobernable Arthur Rimbaud. Concita tantas interpretaciones que es algo así como una computadora. Se puede abrir el poema, sus breves páginas, y de ellas brotan infinitas ideas. La lengua formaliza todos los contenidos de la realidad, y los saberes no pueden eludir la relación con ella. Hay que tener conciencia de ese simple detalle, construir una imagen diferente del instrumental, y apodar a la educación dominicana de ése compromiso. Perdone que haga pública esta conversación, pero podría servir a otros. Gracias.

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