La letra eñe

La letra eñe

R. A. FONT-BERNARD
Con la maestría conceptual que le era característica, el profesor Juan Bosch se refirió, en cierta ocasión, a la decimoséptima letra del alfabeto castellano, la “eñe”, exponiendo que sólo existe en esa lengua. “Probablemente nunca se sabrá, dijo el profesor, cuándo se incorporó la letra “eñe”.El tema es interesante y a nosotros se nos ocurre discurrir en torno a él, con el propósito de ampliar, en lo posible, los conceptos emitidos por nuestro admirado y respetado amigo, ya fallecido.

En su artículo de referencia, el sobresaliente narrador, gloria de las letras nacionales, citó la “Gramática Castellana”, del humanista español Antonio Nebrija, publicada hacia el año 1492, la que posee el mérito de ser la primera de una lengua vulgar. Fue, según se lo propuso su autor, un texto asequible a los profanos. Pero ésto no supone, desde luego, que fuese la fuente original del idioma castellano.

Alrededor de mil años antes de la publicación de ese texto gramatical, ya la lengua española había dado “el primer vagido”, como lo reveló el lingüista Dámaso Alonso, con una frase de apenas cuarenta y tres palabras. Son las “Glosas Emiliansenses”, eruditamente estudiadas por don Ramón Menéndez Pidal, en su obra titulada “El idioma español en sus primeros tiempos”. Fueron glosas sueltas, escritas por un monje anónimo, al margen de los pergaminos de un viejo código de sermones latinos.

Las “Glosas Emilianenses” aseveró Menéndez Pidal, tienen sobre todo la excepcional significación de ofrecernos las primeras cláusulas que en España se conservan, redactadas en romance. Son un invocación piadosa, carente de valor literario, pero que tienen la gran importancia de ser el texto más antiguo, escrito en una lengua que se puede llamar española. En ese texto figura la letra “eñe”, de acuerdo con la siguiente versión: “Como ayutorio dueño Christo, dueño Salbatore, qual duelo ye tena honore e qual dueño tienet ela mandacione como Patre, como Spiritu Sancto, enos sieculos de los sieculos, facanos Deus omnipoteues tal serbicio fere que denante ela sua face gaudiosos seyamus. Amen”.

(Con la ayuda de nuestro señor Jesucristo, don Salvador, Señor que está en el honor y Señor que tiene el mando con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos. Háganos Dios Omnipotente hacer tal servicio, que delante de su faz gozosos seamos. Amén)

Ya para el siglo XIII la lengua española había cuajado en idioma vivo, pero la letra “eñe”, tal como la conocemos en la actualidad, no figuraba en la grafía del primer cantar de gesta castellano, el “Cantar de Mío Cid”. En el mismo es una doble “m” como queda consignado en el verso siguiente: “El manto trae al cuello a adelino poral león”. Y es que como lo advirtió lúcidamente don Menéndez Pidal, la “eñe” era aún una letra de uso regional. Como tal lo confirma el primer poeta de la lengua castellana de nombre conocido, Gonzalo de Berceo: “Nos sabedes tanto de enano, ella velar” (Cántiga).

Ya en el siglo XIV, el poeta Alfonso Alvarez Villasaladino empleó la “eñe” con tilde , a la que hubo de referirse en su artículo el profesor Juan Bosch.

“En muy esquivas motañas apres de una floresta,

oy boses muy extrañas Y en el mismo siglo, el Márquez de Santillana, con sus conocidas “Serranillas”

“Faciendo la via
del Calatraveno
a Sancta Maria,
vendido de sueño
por la tierra gragosa
perdí la carrera,
do vi la vaquera,
de la finojosa”.

Como es natural, en las voces indígenas incorporadas al idioma español por los Cronistas de las Indias, – ají, papa, quina, huracán, hamaca-, no figura la letra “eñe”. Pero en el siglo del Descubrimiento, en su tramo final, era una letra habitual en los textos, en los que se reportaban hacia Europa, las noticias del deslumbramiento americano.

Está fuera de discusión, que la maquinilla de escribir de fabricación alemana marca Adlen, en la que el profesor Bosch escribió el artículo objeto del presente comentario, tiene en su teclado la letra “eñe”, porque como todas las multinacionales, exporta para los países latinoamericanos. Pero además, para los países árabes y asiáticos, en cuyos idiomas no hay espacios para la letra decimoséptima del idioma castellano.

Para los países hispanohablantes, constituiría una especie de mutilación, si en lo que el profesor Juan Bosch calificó como “una declaración de guerra de la Comunidad Europea contra la eñe”, llegase a materializarse. Esto supondría eliminar del idioma, palabras tan comunes como “ñame”, “ñañigo”, “ñeque” y sobre todo aquella que solemos exclamar indignados, cuando enfrentamos una contrariedad o cuando damos un inesperado traspiés, la que adaptada al habla criolla es, “cónchole”.

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