La levedad de los programas electorales

La levedad de los programas electorales

Las propuestas contenidas en los programas de gobierno, que en los procesos electorales  elaboran los equipos técnicos para los candidatos, tienen sentido si quien o quienes lo proponen están en grado de llevarlo a puerto. Si las condiciones objetivas y subjetivas están dadas para que eso suceda y si existe un nivel de coherencia y voluntad en un significativo grupo de personas, capaz de dar  la batalla política para que el programa se aplique.

En la presente coyuntura electoral, referencias políticas como el Frente Amplio, la Alianza País y la APD, que debido a las matrices ideológicas de sus integrantes podrían potenciar sus fuerzas para que sus respectivos programas se concreticen. En los casos de los dos partidos con reales posibilidades de triunfo: PRD y PLD, las diferencias de los intereses grupales de sus integrantes dificultan las posibilidades de que sus programas se apliquen.

En lo concerniente al PRD, este partido aún no lo ha terminado su propuesta y cuando lo presente  no sería aventurado decir que ésta será básicamente de la fracción  mayoritaria. Los problemas del país son tan graves que ningún programa para cuatro años podría incidir profundamente en su solución, necesitándose, por lo tanto, un programa por más de un periodo, lo cual implica un acuerdo partidario entre las diversas corrientes que lo integran y eso es impensable en esta coyuntura.

En el PLD, las cosas son más complejas. Es lógico suponer que el programa que presente su candidato tendrá como eje troncal su bien articulado discurso. Ese discurso, basado en una orientación social del gasto público, constituye la negación de la práctica política y discursiva del grupo mayoritario de ese partido y que controla el actual gobierno. En tal sentido, hasta qué punto se podría creer que ese grupo  lucharía para aplicar un programa esencialmente contrario al que está aplicando.

Los dilemas programáticos de estos dos partidos no son insalvables, pero sí de difícil solución. En el caso del PRD, Hipólito Mejía creó su comando general de campaña dirigido esencialmente por el núcleo duro de la comisión organizadora de la Convención, que es una suerte de vieja conciencia perredeísta de sensibilidad social. Con ese comando se pretende garantizar que los acuerdos programáticos se cumplan una vez eventualmente se llegue al poder, algo que como intento es válido, pero que podría ser insuficiente.

 Muchos de los integrantes del núcleo duro de Danilo, viejos y nuevos, están comprometidos con su propuesta y no dudo que darían la batalla para se aplique, pero el carácter global de la misma requiere de más de cuatro años para eventualmente dar frutos. Para ser aplicada se requiere un pacto intrapartidario a largo alcance o en su defecto, crear una lógica de lucha interna de donde surja una nueva mayoría comprometida con el discurso/programa del candidato.

En ese contexto, los eventuales programas de los nominados candidatos adolecerían de una levedad que impidiría que cumplan el fin propuesto, una circunstancia sólo superable si estos crean una lógica de alianza orientada hacia el logro de adhesiones para hacer un buen gobierno y no sólo para lograr votos que los catapulten hacia el poder.

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