La leyenda de Charles Lindbergh

La leyenda de Charles Lindbergh

La resolución que designa una calle de Santo Domingo con el nombre del insigne aviador Charles August Lindbergh es más larga que la propia vía, sin rotular, estrecha, de apenas una cuadra. Y no hace referencia a las visitas del homenajeado a la República Dominicana.
El renombrado ingeniero, científico, investigador, que se convirtió en “leyenda viva” en 1927 cuando cruzó por primera vez el océano Atlántico en su monoplano “El espíritu de San Luis”, fue un gran amigo de esta tierra, que visitó no solo un año después de ese histórico vuelo que unió a América con Europa, sino en dos ocasiones más: 1933 y 1953.
El primer viaje formó parte de su “gira de buena amistad”, y estuvo aquí durante dos días en los que todo el país estuvo atento a su “aparición en el firmamento, mirando al cielo en dirección hacia el este”. Fue el cuatro de febrero de 1928. El gobierno de Horacio Vásquez declaró ese día “de fiesta oficial”.
Aterrizó en la pista del viejo aeródromo situado en el kilómetro ocho y medio de la carretera Duarte, en terrenos de la finca “La Encarnación”, que habían sido utilizados por la Fuerza Aérea de Infantería de los Estados Unidos en 1916.
La ruta fue adornada con miles de banderines dominicanos y norteamericanos. El “héroe” fue recibido por Horacio Vásquez y su gabinete, acompañados del brigadier Rafael Trujillo, jefe de la Policía Nacional Dominicana, y oficiales de alto rango, así como el personal de la legación de Estados Unidos, el cuerpo diplomático, comerciantes, banqueros, hacendados, eclesiásticos y la esposa de Vásquez, doña Trina de Moya, con” un elenco de hermosísimas damas”.
Recibió obsequios, le entregaron las llaves de la ciudad, le escribieron poemas.
Segundo vuelo. El 15 de diciembre de 1933, el “genio” de la aviación arribó al país en su hidroplano por San Pedro de Macorís, acompañado de su esposa Anne Morrow de Lindbergh, “desembarcando en la estación de Pan American Airways, donde se congregó parte del pueblo que lo ovacionó con un nutrido y prolongado aplauso”. Les dieron la bienvenida el ministro americano y el secretario de la embajada acompañados de sus esposas, así como el gobernador y otros representantes del gobierno. Almorzaron en el ingenio Santa Fe y luego se trasladaron a la capital. Lindbergh saludó a Trujillo y a su secretario Álvaro Logroño en la “mansión presidencial”, participó de una cena en la sede diplomática de su país acreditada aquí, junto a su esposa, recorrió sitios y monumentos históricos y partió el 16 de diciembre.
Último viaje a Santo Domingo. El último viaje al país de Charles August Lindbergh no tuvo la resonancia de los anteriores. Ninguna visita oficial lo esperó y él se mostró discreto con la prensa: apenas sonrió y se refugió en el ascensor del hotel Jaragua, donde se hospedó, según crónica de Rafael Molina Morillo del 8 de marzo de 1953 en El Caribe.
“El famoso piloto norteamericano que con su hazaña puso a vibrar de emoción a toda la humanidad en 1927, se negó a hacer comentarios cuando los reporteros se le aproximaron en el hotel Jaragua”, consignó el reportero, quien atribuyó el silencio del “domador del aire” a su promesa de huir a toda publicidad a partir de marzo de 1932 cuando “los periódicos escandalizaron la noticia del rapto y asesinato de su hijo mayor, que entonces tenía 19 meses de edad”.
Especuló que esta travesía de Lindbergh podía obedecer a “objetivos comerciales no oficiales”. En el hotel le acompañaban directivos de la Pan American. Lo describió alto, delgado, con su cabeza cana despeinada y vistiendo un ajado traje gris.
Charles Lindbergh hijo fue secuestrado el uno de marzo de 1932 y su raptor pedía al “águila solitaria” 50 mil dólares de rescate. Dos meses después el cuerpo del niño fue encontrado en avanzado estado de descomposición. La muerte fue a causa de una fractura de cráneo. Bruno Hauptmann fue arrestado, acusado del crimen y sentenciado a morir en la silla eléctrica.
Molina Morillo apuntó que “el pueblo, insatisfecho con el veredicto, desató su furor contra la familia del aviador, a quien le eran dirigidas cartas llenas de crudeza que le herían en lo más profundo”. Optó por establecer su hogar en Inglaterra, “alejado de la inseguridad que le rodeaba”. Años después retornó a su Patria, donde falleció.
Charles August nació el cuatro de febrero de 1902 en Detroit, Estados Unidos, hijo de Charles August y Evangeline Lodge Lindbergh. Con su esposa Anne procreó, además del bebé secuestrado, a Jon, Land Morrow, Anne, Spence, Scott, Reeve, Dyrk, Astrid, David, Vago y Christoph, según biografías de Internet. El coronel, explorador, inventor y activista social obtuvo el premio Pulitzer en 1954.
Después de su memorable vuelo recorrió 16 países de América Latina entre diciembre de 1927 y febrero de 1928. Posteriormente se convirtió en asesor de aerolíneas comerciales. En la rama militar alcanzó el grado de general. Perteneció a la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
El escritor, educado en la Universidad Wisconsin-Madison, falleció a causa de un linfoma el 26 de agosto de 1974.
La calle. En la resolución del Ayuntamiento del Distrito Nacional que le asigna a Lindbergh una calle de Miraflores, cuenta su epopeya, pero no menciona sus visitas al país, habiendo sido la de 1927 la más publicitada. Un eufórico Lindbergh concedió una extensa entrevista a Juan Bautista Lamarche, del Listín Diario, en la que ofreció hasta revelaciones personales.
La ordenanza tuvo en cuenta que Charles efectuó la “proeza aérea, aparentemente imposible en esa época, de cruzar sin escalas el océano Atlántico, partiendo del campo Roosevelt y aterrizando 33 horas y 32 minutos después en Le Bourget, flamante aeropuerto de París”.
Consideró “un prodigio” al as de la aeronáutica, “con este legendario y epopéyico viaje que representó un acontecimiento con carácter universal”.
El 4 de mayo de 1977 denominó como “Charles August Lindbergh” la calle “que se extiende en dirección norte-sur, desde la “Mayor Enrique Valverde”, en el ensanche Miraflores”.
Pocos saben que existe esa vía, oculta tras los muros traseros del edificio que ocupa el periódico Listín Diario. Además de ser pequeña y estar escondida, no tiene rótulo.

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