La leyenda de la Divinidad en el Santo Cerro

La leyenda de la Divinidad en el Santo Cerro

Se han cumplido 525 años desde que ocurrió el enfrentamiento masivo de los indígenas quisqueyanos en contra de un puñado de españoles en la llanura al pie de lo que sería el Santo Cerro desde entonces.

El Almirante, viendo la magnitud de los indígenas presentes para el enfrentamiento, en que los españoles no eran más de 200 soldados y con sus aliados indígenas, que no lograban superar el supuesto mar humano que cubría todo el valle, todavía con su vegetación original en 1495.

Previo a ese enfrentamiento, el Almirante mandó a cortar de una mata de níspero dos grandes piezas de madera nueva para preparar una cruz de grandes dimensiones y colocarla de frente a la llanura para ver si se amedrentaban los aborígenes dispuestos a morir por el abuso de los conquistadores que violaban sus mujeres e hijas, los obligaban a morir en las minas con un trabajo excesivo, les robaban sus cultivos y los maltrataban de las formas antihumanas que uno pudiera haberse imaginado.

Esos primeros españoles, llegados desde la península ibérica con el Almirante que les prometió riquezas y placeres, creían que llegaban a la isla para disfrutar de las riquezas que estaban a su disposición, ya que sus habitantes no eran seres humanos racionales y que podían someterlos y aplastados como simples cucarachas.

Supuestamente eran seres sin ningún tipo de raciocinio.
Desde aquellos días de marzo de 1495 se tejió la leyenda de la aparición de una mujer vestida de blanco con un niño en los brazos sentada en los brazos de la cruz y paseando en su entorno.

Esa supuesta aparición sobrecogió a los indígenas y a los españoles gracias a la imaginación del padre Juan Infante que era el perenne confesor del Almirante. Desde ahí se tejió la leyenda que circula por el país en los libros trujillistas de historia elemental y en los catecismos de niños y tradiciones urbanas.

Fue un supuesto y prodigioso milagro para aplastar a los indígenas, que amedrentados, abandonaron el campo de batalla y que el Almirante, al amanecer de ese cuarto día del encuentro, hizo que todos los españoles con sus aliados se arrodillaran ante la cruz para dar gracias por esa victoria.

Desde aquel entonces la madera de la cruz adquirió patente de milagrosa y poco a poco se fue despedazando y repartiendo astillas de la misma para ser guardada en relicarios de plata y distribuida, siglos después, por todas las iglesias del continente. Muchos feligreses fueron afortunados para poseer un pequeño trozo de la reliquia.

Y la tierra del hoyo donde estuvo la cruz los peregrinos la sacaban, que según la leyenda, era que no se agotaba. Era que piadosos sacerdotes cada medianoche reponían la tierra que se había extraído en eldía.

Finalmente, después de construir una hermosa iglesia en 1880, el hoyo fue encerrado en una jaula de acero y vidrio. Desde entonces ya no hubo necesidad que un sacerdote acudiera a medianoche a rellenar el hoyo con la tierra de los alrededores de igual textura a la del santo hoyo.

Los conquistadores españoles, en esos primeros ocho años de su llegada al continente, fueron implacables contra la raza indígena y la exterminaron en casi todas las grandes islas caribeñas. Eso no lo pudieron hacer en el continente por que las poblaciones nativas eran más numerosas y mejor nivel de civilización.

Incluso poseían muchos conocimientos mucho más avanzados que los de los españoles. Tal fue el caso de la civilización maya de Yucatán y Guatemala.
Hubo que esperar, el transcurrir de unos quince años de la presencia española en América, para que los sacerdotes en firme alzaran su voz de protesta en contra de los crímenes que se cometían en contra de la raza indígena.

Todavía, las palabras del sermón de Adviento del padre Montesino de 1511, repercuten en las mentes de quienes leen sus admonitorias palabras de condena de un hecho, que por la codicia de una raza, no supo asumir su rol de civilizadora y prefirió la de aniquiladora de la raza indígena del Caribe.

Fue una limpieza étnica que los conquistadores españoles hicieron en la región caribeña del siglo XVI. Reemplazaron la raza indígena, exterminada en menos de 20 años del encuentro de las dos culturas, por la raza africana esclavizada traída desde su continente.

La campaña del exterminio español en contra del aborigen caribeño recuerda las limpiezas étnicas que han ocurrido en años recientes como cuando los alemanes quisieron exterminar la raza judía o los serbios quisieron acabar con los bosnios tan solo hace un poco más de 25 años.

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