La liberación de los siervos en debate

La liberación de los siervos en debate

Al concluir la guerra de Crimea y ascender al trono de Rusia, Aleksandr II, se impone al estado ruso dar una serie de pasos concretos, como es negociar una paz honorable, que permita al país recuperarse económica y socialmente, y ganar parte del terreno perdido con relación a Europa occidental respecto a la implantación del llamado industrialismo, que consiste en el fomento del capitalismo centrado en el desarrollo de tecnologías maquinistas basadas en la utilización de energías derivadas del uso del vapor, el carbón y, más adelante, de la electricidad y el petróleo.

Por otro lado, resulta necesario, en el interior, realizar importantes reformas políticas, económicas y sociales, que la situación de crisis hacía percibir como urgentes para superar las contradicciones que trababan el cumplimiento de los propósitos asumidos.

En marzo de 1856, el nuevo zar pronuncia ante la nobleza de Moscú, la más antigua de Rusia, un importante discurso programático sobre los objetivos de su reinado. En esa ocasión declara, de manera insólita para un autócrata ruso: “Considero que es mejor realizar la abolición de la servidumbre de la gleba desde lo alto, en lugar de esperar a que se imponga realizarla desde lo bajo”.

Con miras a cumplir con esta finalidad, en enero de 1857, el zar nombra una comisión secreta de nobles y altos funcionarios con el propósito de estudiar posibles soluciones a la cuestión campesina. Sin embargo, la revista de Aleksandr Herzen, “La campana”, editada en Londres, da publicidad a esta decisión, e inmediatamente el comité viene disuelto.

El siguiente paso en dirección de la abolición de la servidumbre de la gleba es la promulgación de un rescripto del zar, dirigido al gobernador general de las provincias bálticas, es decir, al administrador de las actuales repúblicas de Lituania, Letonia, Estonia, Finlandia y de algunos territorios de Polonia, fechado en noviembre de 1857, en que el emperador expresa su aprobación para que la nobleza de esos territorios constituyan comités locales que inicien una discusión a fondo sobre las posibles modalidades de realizar la liberación de los campesinos.

Para quienes no conozcan la terminología jurídica histórica, un rescripto o rescriptus, en latín, consiste en un decreto formal o un edicto, mediante el cual un emperador romano se dirige a un magistrado o funcionario que le cuestiona sobre cómo aplicar una ley o norma. En la Iglesia católica se nombra así la respuesta que dirige el Papa a obispos o comunidades de fieles con relación a cuestiones planteadas al pontífice, que buscan interpretar un asunto respecto a la disciplina o a la doctrina.

Después de conocerse públicamente los términos del rescripto de Aleksandr II, el publicista Nikolai Chernishevski, en un artículo titulado “Sobre las nuevas condiciones de vida en los campos”, publicado en “Sovremennik” -la revista “El contemporáneo”- en febrero de 1858, reconoce que le ha resultado una grata sorpresa saber que los principios establecidos en el documento imperial “eran más liberales de todo cuanto se había esperado”, y compara al nuevo zar con Pedro el Grande: “La historia de Rusia desde este año será tan diferente de la que la ha precedido, como la época de Pedro frente a la que la precedió”.

Chernishevski, de aquí en adelante, asume como una tarea personal, en primer lugar, transformar la revista “Sovremennik”, de una publicación concentrada en debates estéticos y literarios, en un periódico en que destaque el interés por temas de orden político, económico y social, en adición a los temas ya habituales para la revista. Estos cambios aparecen el primer número del año 1858, e indican que el pensador ha adquirido un nueva posición predominante en la dirección de la revista.

En segundo lugar, Chernishevski actúa para crear, a través de la revista, un concreto frente unitario de la “intelligentsia” de tendencia liberal, socialista o radical frente a la nobleza conservadora.

Intenta, además, superar las disputas que ha caracterizado el debate público en Rusia, en que se enfrentaba una parte de la “intelligentsia” que defiende la tesis de que el futuro de Rusia debe forjarse mediante la vinculación de su cultura con sus raíces eslavas, mientras que otros, defienden el postulado de que el porvenir de la cultura rusa se juega en su vinculación con los valores y objetivos de la cultura de Occidente.

Chernishevski interviene en los debates que se inician elaborando una sólida plataforma teórica para la defensa sistemática de la comunidad rural, la tradicional “obshina”, que es la institución ancestral de los campesinos rusos, en que comparten, en comunidad, la propiedad, la utilización de la tierra y los frutos que derivan de su trabajo y del cuidado de los animales que crían.

Sin embargo, en estos debates, Chernishevski proyecta la defensa de esta institución tradicional desde un enfoque nuevo. Asume la “obshina”, como un posible elemento determinante para el futuro, al asignarle un nuevo papel que podría jugar en el desarrollo económico de Rusia, contrastándolo con el crecimiento capitalista de Europa occidental.

El pensador ruso estima que la defensa de la moderna civilización rusa y de los principios de justicia, legitimidad, derecho al trabajo y a la libertad, no choca con la organización de los campesinos en la tradicional “obshina”, sino que ésta podría servir de instrumento para reforzar la realización de los objetivos propuestos por los procesos de modernización.

Su visión se concentra en reinventar la comunidad rural como el núcleo fundamental donde sería adecuado introducir las conquistas técnicas del sistema capitalista occidental, a fin de transformarla en una colectividad agrícola moderna, eficiente y productiva.

Sin embargo, Chernishevski no percibe en la “obshina” como una institución característica del mundo eslavo, como afirmaban los eslavófilos.

Respecto a su origen asume el análisis que, por esos años, realiza, Boris Nikolievich Chicherin, un destacado jurista y filósofo político, de orientación occidentalista, quien atribuye a la “obshina” un origen germánico, y postula que la forma asumida en Rusia trae su origen de la forma en que aplicaba la política fiscal el estado ruso: los campesinos, para poder pagar de una manera menos onerosa las obligaciones impuestas a los labriegos, se unen en comunidades.

Sin embargo, Chernishevski también acepta, esta vez de los intelectuales de tendencia eslavófila, el punto de vista que critica el capitalismo occidental y asume como propias las denuncias que aquellos hacen respecto a los sufrimientos que causa la proletarización de las masas campesinas, que provoca un éxodo masivo de los antiguos campesinos a las ciudades inhóspitas, sin infraestructuras adecuadas para albergar y asimilar las grandes masas de proletarios que necesita crear el industrialismo salvaje, en curso, en Occidente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas