La literatura como viaje en “De la niebla al sol”, De Luisa Pérez Viñas

La literatura como viaje en “De la niebla al sol”, De Luisa Pérez Viñas

POR DIÓGENES CÉSPEDES
1. La escritura como viaje

No es el posible significado del título lo que llama la atención cuando los ojos del lector se posan en la portada del libro de Luisa Pérez Viñas, «De la niebla al sol».

Es la correlación de cuatro eles (l) líquidas y los demás fonemas sonoros también, excepto la s de «sol» que ya está sometida a un proceso de sonorización al estar rodeada de fonemas idénticos [l y o], lo cual produce el choque semántico, pues de inmediato nos interrogamos acerca del sentido del título y nos hacemos cargo de que su plano simbólico no se nos ofrece graciosamente, sino que nos invita y conmina a leer el texto desde la primera línea hasta la última. Y en el texto está explicado el título: un viaje desde la oscuridad a la luz.

En efecto, solamente al leer la obra en su totalidad nos damos cuenta de que el título es el símbolo de un viaje. Viaje donde termina siempre toda escritura, según la teoría de la novela moderna, desde Flaubert al «nouveau roman». Y para que se vea que acierta esta teoría, el viaje en De la niebla al sol es doble. Salir de España en el barco «De La Salle» rumbo a la República Dominicana. Volver a España en el «Satrústegui» pero hay un tercer viaje, que es el regreso a la República Dominicana en el barco de referencia. Es el cierre del círculo, principio y fin de la ficción idénticos

Dos de los personajes principales de la novela (Eloísa y Diego) realizan en el barco Satrústegui el viaje de regreso a la España franquista para purificarse y volver al punto de partida (San Francisco de Macorís) como triunfadores sobre los escombros de la guerra y la muerte, como catarsis de la tragedia que vivieron durante el conflicto civil que les obligó a exiliarse en Francia y tomar el navío «De La Salle» en Burdeos con destino a la República Dominicana en 1.940. Nótese que es un viaje triple. Y asentados en el pequeño pueblo cibaeño, la heroína de la novela jamás dejará de viajar: de San Francisco (su residencia) a la Capital,  de su residencia a Moca y Santiago. Un exilio en tránsito que no cesa de viajar, según se colige de la lectura de la «opera prima» de Pérez Viñas.

Incluso cuando Eloísa del Valle viene a la capital en funciones de su oficio de modista y diseñadora de modas, no para de viajar de una casa a otra a fin de cumplimentar encargos de sus clientas. La vida es un eterno viaje y la escritura da cuenta de los viajes de los integrantes de la vida, que son los seres humanos convertidos o transformados en ficción. Naturalmente, unos viajan más que otros, pero aunque esto sea así, nadie escapa al último viaje.

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