La llegada del Almirante

La llegada del Almirante

HOMERO LUIS HERNÁNDEZ SÁNCHEZ
El día 12 de octubre de todos los años se conmemora en una gran parte del planeta la llegada de Cristóbal Colón al Continente Americano. Su llegada, sin duda, constituye uno de los acontecimientos más importantes en los anales de la historia mundial, imposible de ignorar.

La historia que más se conoce es la «historia oficial», la historia europea: América fue descubierta por Cristóbal Colón en el año 1492.

Pero resulta, que para los que la habitaban originalmente, ya tenía un nombre y no era «nuevo mundo», como lo denominarían los europeos que, entonces, se atribuyeron su propiedad. Para los nativos era simplemente: El Mundo, su mundo.

Es lógico que cada grupo humano crea que su entorno conocido es «el mundo». En realidad, el etnocentrismo y el centrismo cultural es una actitud de todas las culturas en todos los tiempos y por tanto define la tendencia a valorizar nuestras realizaciones y valores. El problema se suscita cuando los demás grupos humanos, diferentes, son dimensionados, y calificados con referencia a uno de ellos y cuando el que efectúa la comparación estima que son sus propios valores los únicos valores. De allí a la discriminación negativa de los demás hay sólo un paso.

Este fue el paso que los europeos dieron en nuestro continente. Simplemente declararon haber descubierto el Nuevo Mundo, sin importar que para sus habitantes, los pueblos originarios, no había «nuevo mundo». Era un mundo conocido y habitado por ellos durante miles de años.

Las consecuencias de este hecho han sido notables, por decir lo menos, en la visión del mundo de europeos y americanos, como en la vida y el destino de nuestros pueblos hasta la fecha.

La lógica de la cultura europea occidental que arribó con los navegantes, sus sistemas de conocimiento, sus formas de aproximación, su organización social, sus valores y opciones políticas, estaban determinados por la presencia de ciertos criterios que determinaban germinalmente un estilo de desarrollo que ha dominado nuestras vidas hasta el día de hoy, con distintas versiones de colonización y dominación, en distintos períodos, por más de 500 años. Que sin duda, obedece a la misma lógica e interés que acompañaron a los conquistadores a finales del siglo XV, con diferencia de espacio y tiempo.

A la llegada de los europeos al Continente Americano, los pueblos nativos llevaban miles de años viviendo en esta parte del mundo. Y en todos esos miles de años nunca causaron tanto daño a la naturaleza, al medio ambiente, como el que se le ha causado en apenas un poco más de 500 años desde su arribo. Aún cuando durante esos miles de años es dable pensar que ocurrieran conflictos entre los distintos pueblos y culturas existentes.

Lo colonizadores, con su obsesión por la tecnología no pudieron ocultar su asombro, que bien registran las crónicas, al contemplar monumentos construidos por esos pueblos. La complejidad tecnológica de sus sistemas de regadío, conocimiento astronómico, matemático, geométrico, su agricultura altamente desarrollada dentro de las circunstancias, y su expresión artística, contradictoria obviamente por su predisposición a considerarlos bárbaros. Fueron incapaces de admitir la complejidad de sus culturas y mucho menos pudieron comprender la existencia de una lógica definitivamente opuesta a la por ellos engendrada.

Utilizando una conceptualización moderna, se podría afirmar, que el desarrollo que se levanta hoy como una aspiración, era una realidad cotidiana en la vida de los pueblos originarios.

Con la llegada de la civilización europea llegó también la destrucción de esos sistemas. El asombro de algunos pueblos de América Central que llegaron al suicidio colectivo al no poder comprender por qué estos hombres de palidez extraña quemaban sus aldeas, sometían a sus habitantes, vejaban a sus mujeres, exterminaban a sus intelectuales y con ellos a gran parte del conocimiento de su fe y sus sagradas tradiciones.

La historia posterior a la colonización y la formación de las repúblicas y estados nacionales con todos sus problemas conocidos, no son más que la continuación del proceso histórico transcurrido.

América se nos presenta hoy día, como un proceso no acabado. Dinámica, contradictoria, esperanzadora, pero sobre todo a veces violenta. Sus mundos superpuestos buscan definir su identidad actual. Dos lógicas que arrancadas de su matriz original se influyen y acercan, pero muchas veces se repelen.

Violencia provocada en el pasado, por las contínuas vejaciones de un sistema monárquico, impuesto por los conquistadores hasta la independencia geográfica de nuestros países. Violencia resultante de tortuosos regímenes dictatoriales que arrastraban a nuestros pueblos a las mazmorras más crueles que ser humano haya conocido.

Violencia engendrada como consecuencia de una estructura política-económica, cada día más agotada, impuesta a nuestros pueblos con la connivencia de una parte de la clase política y los centros de poder basada en una seudo democracia que sólo funciona a veces para unas minorías, viciando irremediablemente formas políticas justas, pero presentadas a veces salpicadas de hipocresía, como indispensables. América sigue buscando su propia identidad.

Al recordar la llegada del Almirante Colón hace más de 500 años, sus herederos, que nos preciamos de tan magna gloria, deberíamos también no solamente conmemorar el significado de ese suceso, sino junto a sus nuevos pobladores -mezcla de nativos y europeos y de esclavos arrastrados a estas tierras en los días de la colonización-, abandonar las casillas del individualismo, que lejos de responder a solucionar las imperiosas necesidades de la hora actual, las agrava de manera peligrosísima. Y así allanar una vez por todas el camino hacia la confección de un justo nuevo orden internacional, no uno inventado por intereses particulares y una situación coyuntural y pasajera.

De esta manera, podremos todos preciarnos de ese hecho que marcó un hito en los anales de la historia mundial. Y así no sólo lo conmemoraremos, sino que lo celebraremos junto al descubrimiento de un nuevo sistema justo para todos, el descubrimiento de un  nuevo mundo: El descubrimiento de una Nueva América.

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