La lógica de las “dictaduras privadas”

La lógica de las “dictaduras privadas”

Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan y nos hagan tomar conciencia de la realidad tal como es, pese a que nos pueda resultar escandaloso y aun indigno afirmar lo evidente. No podemos renunciar al espíritu crítico ni al afán de transformar la sociedad, de reivindicar el cambio permanente, la revolución siempre inconclusa, esa honda preocupación por el mañana, la vida que somos incapaces de preservar en un futuro de sostenibilidad incierta. La verdad es incómoda, tiende a perderse por el camino, a corromperse no sólo por la mentira sino también por el silencio. Si creemos que otro mundo es posible no deberíamos dimitir como ciudadanos libres ni escupir sobre nuestra independencia. Es posible que los que todavía piensan desde posiciones de izquierda, los que aún apuestan por la ideología y la fuerza del pensamiento, nos ayuden a comprender con palabras que sustenten verdades que la naturaleza nos habla constantemente y que, como apuntaba Víctor Hugo, es una pena que el hombre no escuche lo que dice. Es cierto que cuando un niño destroza un juguete parece que está buscándole el alma y que en ese empeño derrocha curiosidad y pasión. No entiendo cómo hemos podido dar la espalda al conocimiento y reducir el espíritu humano a la oferta y la demanda de la economía de mercado, un bien de- valuado que hemos pisoteado cuando decidimos situar la ambición desmedida por encima de la ética y nos despojamos de los principios y de los valores porque no nos gustaba la realidad que teníamos delante. Qué razón tiene el poeta Luis García Montero cuando afirma que uno de los errores de la izquierda es aceptar la lógica del capitalismo, su visión de la realidad, su dinámica aplastante, despreciando la verdad, hasta el punto de que nos escandalizamos de lo obvio. No hay nada de asombroso en la afirmación “es invierno, hace frío”, sin embargo desde la lógica del capitalismo feroz, más que una constatación puede convertirse en una provocación. Por eso las dictaduras públicas y privadas se encuentran más a gusto en el pensamiento único. Sostenía Giovani Papini que el dinero, que ha hecho morir a tantos cuerpos, hace perecer todos los días a miles de almas y esa dinámica mercantilista que concibe una interpretación de la realidad en la que todo se puede comprar y vender porque todo tiene un precio dispone de una gran aliada en la globalización o, al menos, en una interpretación perniciosa del mundo global reducido a su formulación en términos económicos. Aquí en  República Dominicana y más concretamente en el Gobierno del PLD  no cabe lo político ni lo público, no existe vocación social. La conciencia ciudadana para ellos es un mal que es preciso erradicar porque propicia el pensamiento y donde hay pensamiento florecen las ideas. Todos los políticos..,  o mejor dicho en su mayoría, dentro del gobierno de Leonel Fernández son iguales, tanto como sus respuestas, sus programas, sus planteamientos. Las  alternativas, propuestas y soluciones son las mismas, comprar el “Cómplice silencio” pero vestidas para la ocasión, adornadas con distintos trajes y uniformadas en su concepción, con una falsa apariencia de pluralismo que no es sino homogeneidad. Nuestra crítica consiste entonces en reprochar a los demás el no tener los valores y cualidades que nosotros creemos tener. Hemos marcado el rumbo y sesgado la posibilidad de que existan varias alternativas para decidir el futuro, negando la capacidad de elección hasta que colapsó el sistema y pusimos en duda el modelo. Vivimos en una sociedad profundamente dependiente del sistema de “dictadura privada” y ello constituye una fórmula segura para el desastre. El cinismo de que hacemos gala no es más que escepticismo y está muy mal predispuesto a las nuevas ideas de la “ Conciencia social colectiva “.

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