La luz que sale de los estrados

La luz que sale de los estrados

JULIO CÉSAR CASTAÑOS GUZMÁN
Un estrado difiere poco de un altar, ya que, en este último se adora a Dios, y en el primero, se busca la Justicia, que acaso sea lo mismo que buscar al mismo Dios, aunque uno no caiga en cuenta. Bien decía Lincoln que Dios es justo. Y quien busca Su Justicia -y la encuentra-, siempre estará coincidiendo con El. El nuevo escenario de la democracia parece ser el ámbito judicial.

Algunos hablan hoy -con bastante propiedad- del Gobierno de los Jueces; o, Jurisdicracia. La soberanía togada, en el poder de los birretes y las borlas, ya morado obispo para los magistrados, ya azul Copenhague para los fiscales, Blanca en la especie de los abogados.

La ley en el denominado Estado de Derecho debe ser interpretada y aplicada. Ese es el trabajo de los jueces. Ciertamente, tal y como ha expresado el Lic. Federico C. Alvarez, la consulta del abogado predice el fallo judicial, y por tal razón son los abogados auxiliares de la justicia.

Pero, el alcance de la aplicación por la interpretación de la norma, es de la competencia de los Tribunales de Justicia. Aparte de que la jurisdicción o jurisdictio, es el lugar donde se dice el derecho (imbricado con el poder que inviste al juez para declarar el derecho); y, donde se proclama la juridicidad de un argumento. Es decir, el sitio donde se postula y al mismo tiempo se imputa.

Es el proscenio de los acusados, y el espacio donde se presentan las pruebas y se examinan las piezas de convicción. Donde se acusa y prueba. Es al mismo tiempo, el lugar donde ponderar el núcleo de los derechos contrapuestos, procediéndose a subsumir las normas relacionándolas con los hechos concretos.

Se defiende; se recusa y expone. Se arguye con la dialéctica de la refutación socrática. Es también, el sitio de los silencios (nadie está obligado a declarar contra sí mismo). Lugar donde se busca la verdad a través de la razón y la implementación de la ciencia del derecho. Espacio donde se impetra justicia, ante quien en este mundo político podría ofrecerla: el Poder Judicial.

Debido a que el proceso es dinámico, la búsqueda de la verdad, la verdad jurídica, no es cosa fácil; aún las propias confesiones deben ser contrastadas para que concuerden con las evidencias, ya que, no basta la propia incriminación; no es suficiente el testimonio coincidente de los testigos. Es preciso además, que coincidan con la verdad objetiva.

Basta una lectura, poco menos que superficial de cualquier medio de comunicación, y advertiremos que los tribunales de justicia son el nuevo campo de batalla de las luchas políticas en la democracia contemporánea. Pero, no nos olvidemos que nada de esto es nuevo.

La luz que iluminó el camino de Sudáfrica se planteó en la recusación que hizo Nelson Mandela al juez blanco que le juzgaba. Argumentando que ése tribunal no podía validamente procesarlo a él, porque, en el parlamento donde se habían escogido los integrantes del poder judicial, su pueblo no estaba representado; y, por lo tanto, ése Magistrado -recusado por Mandela- carecía de autoridad para juzgarlo.

«La Historia me absorberá», es inicialmente el discurso de defensa judicial de Fidel Castro actuando como su propio abogado, enjuiciado por los hechos del 26 de Julio de 1953 -asalto al Cuartel Moncada- pronunciado por éste ante el tribunal que conocía su propia causa por los mencionados hechos, alegando en resumen, que el gobierno de Batista no podía encausarlo, ya que, este régimen era a su vez espurio fruto de un golpe de estado a un gobierno legítimamente constituido; y, que por lo tanto, su acción armada no era un delito.

Los juicios, una vez iniciados podrían tener un desenlace inesperado, como el caso de Juana de Arco, juzgada por un tribunal inquisidor que procuraba condenarla; y; condenándola y quemándola… la hizo santa. Es que la Historia, también juzga, y sus sentencias sin ineluctables. Terribles.

Pilatos tuvo de frente a Jesús; pero, no quiso ver la Luz. y, preguntando si aquel hombre era Galileo, se lo mandó a la jurisdicción de Herodes, para escurrir el bulto; pero Herodes, burlándose del condenado y con desprecios, se lo remitió de nuevo a Pilatos, quien no encontrando culpa en el Nazareno quiso soltarlo, y más pudo la opinión pública de los sumos sacerdotes que la justicia, pues lograroN intimidar al Procurador Romano, determinándose la muerte de Jesús por la voluntad de sus acusadores.

En nuestros días, ya pasado el fracaso del foquismo, la lucha armada revolucionaria y el desencanto de la lucha social, por lo menos en la República Dominicana y en la mayoría de los países del continente, las lides políticas se vienen librando en las jurisdicciones de juicio. Renove, Peme, Quirino, automóviles robados y usados por las propias autoridades, etc.

El liberalismo trasladó al mercado y a toda la sociedad los afanes de una lucha salvaje que no se detiene. La ética se nos fugó. América sacudida por las afrentas del enriquecimiento ilícito, nuestros presidentes salen abochornados, perseguidos. Acusados, algunos derrocados.

Son los titulares de cada día. El escándalo cotidiano que se nos proporciona como si fuera un combustible que anima la opinión pública. Cada caso una esperanza; cada caso una desilusión, y porque venga del fiscal, ya porque provenga del juez apoderado; ora de la parte civil, ora de la defensa.

Apasionadamente, el Pueblo Dominicano busca una respuesta, acaso una satisfacción a tantos años de engaños y latrocinio. Entre las tinieblas de la corrupción que se nos queda impune, procura una orientación, un camino que lo lleve a la consecución de sus esperanzas y sueños.

Busca una luz; ojalá se encuentre pronto con ella. Y, querido lector, yo tengo fe, de que ya casi viene, ¡Aguantemos un poco más! Se está gestando, se ve venir a lo lejos, como una lucecilla, que después alumbrará, como Sol de Justicia. Es ella y no tengo dudas. Es la luz… son los rayos de una gran luz que sale de los estrados.

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