La madeja del no se qué

La madeja del no se qué

DONALD GUERRERO MARTÍNEZ
Poco a poco ha ido formándose la madeja nacional del no se qué. Se percibe en una sensación colectiva que intranquiliza a muchos. El país siente la presión social derivada de la llegada al parecer inevitable de vecinos también inevitables. Su presencia no ha sido cuantificada, dudándose que lo sea alguna vez. Se la supone en millones. La madeja se agranda con novedades de hoy desconocidas ayer. El país es campo libre para militares imperialistas que incurran aquí en crímenes o delitos.

Se les ha entregado un cheque en blanco para su comportamiento aquí. Desde el gobierno se ha dicho que se trata de una muestra de “cariño”. Cuando los nacionales comiencen a recibir patadas, latigazos, quemaduras con hierro ardiente o cualesquiera otros vejámenes será el crujir de dientes. Para el país es recuerdo indeleble la amarga experiencia de 1916-1924.

En la madeja nacional del no se qué está la interesada exageración de atribuirnos ser un Estado fallido, con problemas supuestamente necesitados de soluciones conjuntas con un país tenido, no por los dominicanos, sino por el mundo, como inviable. ¿Es aquello, en buen derecho, un Estado?

El Presidente Leonel Fernández, con una actitud propia del peso de su investidura, rechazó el despropósito foráneo. Ese despropósito está identificado, desde los años del gobierno balaguerista, como la fusión de los dos países, promovida por Estados Unidos, Canadá y Francia. ¡Tanta “tierra peidía” que tienen ellos!

La patriótica actitud del Presidente es digna del respaldo irrestricto y sólido de su pueblo.

En la madeja no podía faltar la frontera, violada desde siempre, y ahora nuevamente medida con la ayuda de altos oficiales del ejército americano. No se ha dicho si está más larga o más corta, probablemente porque en ese sentido permanece igual. Pero seguramente está más gorda. Se nos quiere obsequiar con una escuela de sargentos a establecerse en la base naval de Las Calderas. Hay que no olvidar que hay regalos envenenados.

La Policía Nacional, llevada y traída un día y el otro también, por esto o por aquello. Su dotación es insuficiente. Hace mucho que se denuncia que miles de sus hombres están al servicio de particulares. La violencia no se da tregua en este barrio o en aquel. La inseguridad ciudadana crece. Los desacreditados intercambios de disparos no terminan. Los fallecidos en esas circunstancias y los mutilados, son parte de la madeja.

La figura jurídica del “no ha lugar”, en proceso de descrédito. En dos o tres o más ocasiones se lo ha usado para enviar a vivir tranquilos con sus familias a diáconos imputados de violación de menores en un albergue regenteado por ellos, o a oficiales policiales que usufructuaron para sí o para los suyos vehículos ajenos.

El gobierno ha proporcionado mejoría en algunos aspectos de la economía. Ejemplo, la reducción de la tasa de cambio en más de un 40 por ciento. La gente apenas ha podido beneficiarse de esa medida, porque los precios no bajan “ni con oraciones”. La población se extraña –¿he dicho extraña?– por la paciencia con que se tratan casos de corrupción de ayer y de hoy, y no se conforma con declaraciones oficiales ni códigos de ética.

No falta en la madeja el lucrativo negocio de ser buhonero, seguro beneficiario de indemnizaciones aprobadas por un Ayuntamiento que en 41 años de democracia enclenque nunca hizo respetar la ley. Se gastan unos milloncitos para ayudar a esos sacrificados padres de familia. No hay un peso para rotular calles o numerar casas y edificios. No olvidemos a los “buhoneros” del aeropuerto de Herrera. Pasaron años dedicados a un negocio rentable –nunca cambiaron de ocupación– y después la resistencia al aeropuerto El Higüero, construido expresamente porque Herrera ya cumplió su vida útil. Esos empresarios del transporte aéreo reclaman indemnizaciones que se les paguen previamente al traslado. Funcionarios del área fiscal afirman que los que fueron del aeropuerto de Herrera y ahora de El Higüero son ejemplos como contribuyentes puntuales del fisco.

Es claro que los partidos políticos son parte de la madeja del no se qué. Pero, ay, carajo, mejor dejar eso donde está.

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