La madre, entre la exaltación y la satanización

La madre, entre la exaltación y la satanización

La celebración del día de las madres tiene mucho eco en la sociedad dominicana y genera gran movimiento económico en el comercio formal e informal.

La maternidad  predomina como símbolo cultural en nuestra sociedad y se muestra en el flujo comercial descrito, en el flujo de remesas desde el exterior y en otros aspectos. En el estudio sobre Migración Dominicana a Suiza (que realizamos junto a Jennifer Petree) se presenta el esfuerzo que realiza la población migrante para ahorrar y enviar dinero a sus madres en su día.

En ese orden se encuentra el “sacrificio” que realizan algunas mujeres cuyos cónyuges europeos le prohíben el envío de remesas a su familia. Éstas se dedican ocasionalmente al trabajo sexual para “conseguir unos pesos” y enviárselos clandestinamente a sus madres.

La trascendencia del rol de la madre se evidencia en las prácticas mágico-religiosas. El culto a la maternidad de origen africano se mezcla con símbolos hispánicos. Esta representación se plasma en la Virgen de La Altagracia,  figura sincrética que pertenece al panteón del vodú dominicano (su misterio es “Alailá”) e integrada también al vodú haitiano.

Nuestra sociedad desde su naturaleza afrocaribeña mantiene el símbolo africano de la maternidad, que se expresa también en la presencia de la madre como eje principal de la familia y de la vida cotidiana.

Esta alta valoración de la madre en nuestro país convive contradictoriamente con su satanización. 

La familia monoparental matrifocal formada por madres-hijos/as y de origen afrocaribeña está excluida y estigmatizada. Erróneamente se considera que estas unidades generan delincuencia y embarazo en adolescente, estudios realizados muestran la ausencia de relación causal entre ambos fenómenos. Lo mismo ocurre en las escuelas, el personal docente y directivo tiende a culpabilizar a la madre de los problemas de rendimiento escolar, deserción y repitencia del estudiantado.

Esta visión tiene su origen en el predominio de la cultura patriarcal autoritaria que considera a la figura masculina eje exclusivo de relaciones de autoridad y estabilidad reforzada en la hegemonía religiosa católica. Además se percibe que el ejercicio de la violencia contra los hijos los convierte en “buenos hijos”, por el contrario genera  personas autoritarias llenas de miedo, rabia y violencia.

La nueva Constitución se hace eco de esta satanización de la madre y niega el derecho que tienen las familias monoparentales a ser consideradas como “familias jurídicamente constituidas” dejándole este derecho únicamente a la familia nuclear (padre-madre-hijos). 

La celebración  del día de las madres dejará de ser una celebración ambigua y dual cuando la sociedad dominicana abandone la exclusión jurídica de las familias monoparentales y quiebre el estigma de culpabilización social de la madre. 

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