La madre es un destino

La madre es un destino

“Todo lo que soy, y espero ser, se lo debo a mi madre”
Abraham Lincoln
 
Todos tenemos historias, recuerdos, y regalos espirituales asociados a madres y mujeres importantes. En la mayoría de las culturas la mamá es alguien muy especial. Los lazos que nos unen al amor maternal son indestructibles. Ni el tiempo, la distancia, los desaciertos del destino, las decepciones y las pruebas más duras los pueden romper.
 
Los años como psicoterapeuta me han mostrado con claridad la importancia que tiene la madre (y la relación que tenemos con ella), en todos los ámbitos de nuestra vida. Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares dice que cuando logró darse cuenta de lo que su madre había hecho por él, todo lo que había reclamado anteriormente se quedó fuera, y la llevó en su corazón totalmente. Cuando logramos ver la fuerza que se conjuga para que una mujer sostenga la vida, se acaban los reproches, y la madre es una totalidad pura.
La madre determina el tono subjetivo con el que integramos o salimos al mundo, los temores y culpabilidades básicos, cómo nos comportamos ante el amor, el contacto físico y la intimidad, nuestra temperatura psicológica de frío o calor, cómo nos sentimos cuando estamos enfermos, nuestros modales, nuestro gusto, estilo de vivir, los contenidos de los sentimientos, nuestras estructuras habituales de relación, la seguridad o falta de ella, la forma en que nos sentimos en relación al cuerpo, la confianza en nuestra sobrevivencia, la relación de pareja, la prosperidad, los patrones de gestos y el tono de voz.
Estas influencias sobre la función del sentir no necesariamente tienen una relación directa con la madre personal, ni tienen que ser contradictorias con ella. Más bien, tienen relación con la forma en que la psique ha asumido a la madre; una combinación de la imagen que tenemos de la madre, el modelo de madre de la generación -y cultura- a la que pertenecemos, y la imagen arquetípica que hemos tomado de la tradición.
 
La educadora y escritora estadounidense Dorothy Canfield Fisher dijo: “Una madre no es una persona en la que apoyarse, sino una persona a la que hacer innecesario inclinarse”. La sintonía que tenemos con la madre es la misma que tenemos con la vida. Al tomar a la madre, tomamos también a su madre (nuestra abuela), y con ella a la bisabuela. Es así como la vida se llena de sentido, y nos volvemos presentes para todas las mujeres de la familia.
Las personas que tienen dificultades para actuar, suelen tener sentimientos de culpa relacionados con la madre. Tener problemas en la vida es una forma de garantizar ser infeliz. Esta es una manera de despreciar a la madre. Quien reclama, culpa, juzga, teme o critica a la madre tiene una la vida difícil y desdichada ¿Cómo podría ser diferente?
 
La única manera de estar ante la madre es la humildad. La premio nobel de literatura Toni Morrison dijo: “Crecer no significa nada para una madre. Un niño es un niño. Se hacen más grandes, más viejos, pero para ellas siguen siendo sus niños”. Mamá siempre sera la grande y el hijo siempre sera el pequeño. Desde la mirada sistémica, madre y vida son sinónimos, en esta verdad reposa su grandeza. Inevitablemente, nos enfrentamos a la madre una y otra vez, como un destino. La alegría de vivir es alegría por la madre.

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