La Madre y Maestra
Este año celebra su 50 aniversario

<STRONG>La Madre y Maestra<BR></STRONG>Este año celebra su 50 aniversario

Poco tiempo después de su fundación en 1962, la Universidad Católica Madre y Maestra no solo fue la academia de educación superior que reclamaba el Cibao sino el instrumento que convirtió a Santiago en centro de atención de becarios, consultores, técnicos, arquitectos, ingenieros,  representantes de organismos internacionales, planificadores, catedráticos extranjeros y otros criollos que se trasladaban a aquella ciudad desde el Distrito Nacional.

Agripino Núñez Collado, el pionero, recuerda que toda esa presencia, aparte de la introducción de carreras que entonces eran novedad, impulsó la riqueza cultural y la economía de aquel pueblo.

“Comenzaron urbanizaciones como los Jardines Metropolitanos, El Ensueño, El Retiro, Villa Olga” y amas de casa abrieron las puertas de sus viviendas,  a estudiantes de provincias, como “pensionados”, atraídos por las primicias de nuevos rostros, originales edificaciones y renovada enseñanza.

El más antiguo de aquel emprendedor personal recuerda nativos que habían sido becados por Juan Bosch para especializarse en el exterior y otros que retornaban para dirigirse a la naciente Ucamayma: Dinápoles Soto Bello, José Ramón Bonilla, Eulogio Santaella, Miguel Gil Mejía, José Ramón Acosta, Emilio Kundhardt, están fijos en su memoria.

El Fondo Especial de Naciones Unidas, actual PNUD, aportó un millón 200 mil dólares para becas y firmó con Núñez Collado  un convenio, conjuntamente con la UNESCO, para la contratación de  técnicos que asesorarían  en la construcción de laboratorios para  ingenieros.

Incluía la adquisición de equipos y 26 becas para enviar dominicanos a estudiar al extranjero dentro de un programa de Superación de Profesores.

Entre los primeros que salieron cita a Radhamés Mejía, Federico Villamil, Amparo Fernández, Julie Bisonó, Adelina Beato, Rafaela Joaquín y otros que luego retornaron a devolver en las aulas de la universidad los conocimientos recibidos en otras tierras.

Griegos, italianos, estadounidenses, mexicanos, ecuatorianos, franceses, alemanes, colombianos, constituyeron la invasión de la ciencia y el saber.

 Algunos se quedaron, como el arquitecto mexicano Francisco Camarena, director de la Oficina de Planeamiento que fundó junto a Pedro José Borrell (Cucho), Luis Beras y “Ronald”.

Camarena aún reside en la comarca y ha sido el proyectista de todas las obras nuevas y reconstruidas de la Madre y Maestra en Santiago, Santo Domingo, Puerto Plata.

Agripino Núñez, enérgico físicamente, perspicaz en sus razonamientos y evocaciones, relata la historia de la UCMM sin quejas ni amarguras, despojado de resentimientos  y lamentos como si ese medio siglo en el que debió emprender todas las tareas representara la realización de un sueño propio, entrañable.

Pudiera reconocerlo así, porque la verdad es que el obispo Hugo Eduardo Polanco Brito delegó en él las responsabilidades y misiones mayores, pues, desde que abandonó la rectoría, en 1967, fue designado delegado de la Conferencia del Episcopado Dominicano en el Concilio Vaticano II.

Pero Núñez  Collado declara que “el éxito de cualquier tarea es tener una buena causa ¿y qué mejor  causa que la de la  educación?”.  Comparte méritos con miembros de  la Junta de Directores, la Conferencia del Episcopado y todos los integrantes de la comunidad que en este medio siglo “han aportado su talento, sus ideas, su tiempo, para colaborar en la orientación de la universidad y el sostenimiento de los principios y valores que la sustentan. No olvida empleados administrativos, profesores, egresados… “Es un trabajo en equipo, en condiciones de transmitir calidad”.

La universidad, afirma, se ha empeñado en el bienestar de su personal proporcionando condiciones óptimas para sus labores, buenos salarios, seguros de salud apropiados, facilidades de estudios tanto para ellos como para sus hijos.

De aquellos lejanos comienzos agradece el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, la UNESCO, Agencia  para el Desarrollo Internacional (AID), universidades de Carolina del Sur, Saint Louis, Las Vegas, Houston, que creyeron en el proyecto.

“Nacimos con 62 estudiantes, cuando nos mudamos al campus teníamos casi 300 y hoy contamos con más de 11 mil en Santiago y seis mil en la Capital”, exclama Núñez Collado.

Enumera  más de 100 acuerdos con igual número de universidades; 12 maestrías con centros superiores de  prestigio internacional y reconoce a F. F. Papablanco, Hugo Navajos y otros iniciales colaboradores como las religiosas del Politécnico Nuestra Señora de las Mercedes que habilitaron un ala de sus instalaciones para acogerlos cuando la casa primera resultó pequeña.

Mencionar a tantos  que revive en su narración es imposible. Juan Bosch, Marco Cabral, los Bermúdez,  Grullón, José María Bonetti Burgos y muchos más afloran en el recuento de este  religioso a quien también rinden gratitud exalumnos que le encuentran porque estudiaron gracias a su intervención para una beca, un crédito educativo, a veces otorgados con fondos del presupuesto anual de la Universidad.

Núñez Collado dice que la mayor satisfacción la recibe él cuando ofrece esas facilidades, porque permite a un ser humano sin recursos “capacitarse para ser parte importante del desarrollo del país”.

La crisis.  Nació en La Galeta, Santiago, el 9 de septiembre de 1933, hijo de Efraín Núñez y Ozema Collado. Fue ordenado sacerdote en Zamora, España.

Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Santo Domingo y estudió Teología y Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Salamanca, España. Obtuvo grado de maestría en Administración, de la Universidad de Puerto Rico.

Son considerables sus libros publicados, homenajes recibidos, participación en foros, seminarios, doctorados Honoris Causa y condecoraciones que le han otorgado.

Recuerda como momento amargo de esta historia la ocupación del edificio de Administración por profesores y estudiantes que en 1971 reclamaban participación en las decisiones del Consejo Académico.

“Debimos tomar medidas dolorosas, hubo intentos de violencia pero tengo la satisfacción de que prácticamente todos los que salieron son hoy mis mejores amigos y confiesan que si hubieran estado en mi caso, hubiesen procedido igual.

 Lo más triste fue la interrupción de la docencia, pero fue una situación propia de la época”, comenta.

Reitera que la Ucamayma nunca ha sido para ricos y revela que hace años está por retirarse y en cada intento hay un pretexto de la familia universitaria para obligarlo a quedarse. Este año fue el 50 aniversario, pero solo piensa permanecer  hasta 2014.

“Debo dar gracias a Dios por la salud, paciencia, el buen tino, la tolerancia, porque no es fácil dirigir una comunidad universitaria, no es como una empresa cualquiera, el ser humano es complejo y el universitario lo es más. Afortunadamente, en estos momentos la universidad está más consolidada académica y administrativamente, es una familia unida en armonía”.

De sus jornadas de mediación dice: “Ha sido un servicio más que hace la institución a la nación dominicana como contribución a la paz”.

Ha visto partir a gente querida que ya no está. “Muchos a los que he entregado un título  han pasado a la Casa del Señor. Me considero un predilecto del Padre por haber podido dedicarle todo el tiempo a la Universidad sin abandonar mis obligaciones como sacerdote”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas