La magia de la palabra

La magia de la palabra

Sortilegio es la poesía/poesía en los cantares/los cantares en la historia./ El Cantar de los Cantares/ que resuenan en poesía/ y cargada la poesía/ de la magia contagiosa/ que sólo crea la Palabra.
La palabra como manifestación oral o escrita del pensamiento, representa un acto mágico, a veces irreflexivo, otras veces impulsado por un inexplicable deseo de evidenciar subjetivamente todo lo que nos rodea y nos concierne.
Con la palabra que vuela sobre las cumbres, surca los llanos y sale de los barrios poblados de diversas etnias, cada una con su lengua nativa, busca su magia la palabra. Desde el fondo de los mares se extrae la materia prima de nombres de animales y vegetación profusos, aún desconocidos por el hombre. De toda la circunferencia de la tierra, nos dictan sus pobladores sus lenguas desarrolladas en el transcurso de la historia.
Palabras hay de colores y de sus delicados o intensos matices, de tenues y de fuertes olores, de objetos de toda índole, de sabrosos sabores delicados conjuntamente con los de sabores repugnantes. Para todo encuentra el nombre el nombre adecuado para su definición. En cuanto se llevan a la escritura, estas inician en el lector un irrefrenable deseo de hurgar en sus entrañas, en busca de la magia embriagadora de su significado y de su belleza intrínseca y musical.
“Amor, amour, amore, love. El mismo vocablo pronunciado en lenguas diferentes pero cargadas de la misma magia embriagadora de su significado y de su sonoridad.
La riqueza de nuestro español heredado de nuestros colonizadores es infinita.
Como infinita es la musicalidad de los sonidos vocálicos en el Francés, los cuales hacen un total de 16. El alemán, al igual que otras lenguas germánicas heredadas de las lenguas indoeuropeas de discutido origen, impresionan al oído no iniciado por sus numerosos sonidos consonánticos. Se ha dicho anteriormente que nuestros colonizadores nos aportaron el rico idioma Español, sin olvidar los aportes de nuevos vocablos tomados prestados a la lengua de nuestros generosos e ingenuos indígenas, entre los cuales tenemos: auyama, cacique, yuca, bohío, huracán etc. Los españoles, por su parte, arrasaron y llevaron a Europa todas nuestras riquezas materiales, y a su vez, dejaron su sangre en los mestizos originados con la mezcla de la sangre de ambas etnias.
Es justo señalar, que a la llegada posterior de los esclavos africanos, no sólo se incrementó el mestizaje, sino también que las tradiciones aportadas por ese crisol de etnias enriqueció la literatura latinoamericana con ingentes mitos y leyendas que dieron origen a una pléyade de grandes luminarias literarias de gran influencia universal. Entre estos aportes, el realismo mágico magistralmente expuesto por escritores de la talla de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Miguel Angel Asturias, Alejo Carpentier, Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y muchos más. Dice el gran Rubén Darío en sus “Cantos de vida y esperanza”.
“Y la vida es misterio, la luz ciega
Y la vida inaccesible asombra;
La adusta perfección jamás se entrega
Y el secreto ideal duerme en la sombra”.
Cuánta belleza, cuánto misterio, cuánta magia encantada y significativa en estos versos del bardo nicaragüense.
En la prosa, escogemos antojadizamente este hermoso pasaje de la innovadora novela del porteño Julio Cortázar, quien nos transporta en elevados efectos oníricos y alucinantes. Cito:
“Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour: Rocamadour, ya sé que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los pies. Yo aquí sostengo un espejo que creo que sos vos”.
Y asimismo, podría seguir párrafos interminables de ese texto fascinante, y junto a mí, el lector hechizado con la expresa musicalidad e inimaginables profundidades de magia envuelta en esas palabras de Poesía en la primera cita, y de Poesía en Prosa en la segunda, ambos textos extraídos de dos obras cumbres de la literatura latinoamericana.
Como podrá advertirse claramente, tan pronto una palabra es enunciada, o en caso de verla por escrito, ambos contextos tienen, por igual, la virtud para evidenciar el valor que tiene cada palabra para despertar en él receptor del discurso o del texto, un apasionado e intenso romance con los efectos estéticos y mágicos de la buena literatura.

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