La magia de las flores comestibles

La magia de las flores comestibles

Comer flores no es tan exótico ni refinado como se escucha. Un ejercicio mental simple revelaría que con cierta frecuencia incluimos las flores en nuestra dieta diaria: coliflor, brócoli, alcachofa, azafrán…

Según algunos historiadores, los indígenas del continente  americano ya comían flores antes de que los españoles llegaran.

Los mexicanos, por ejemplo, aún mantienen la costumbre de comer flores de nopal, calabacín o maguey; el gastrónomo romano  Apicio tiene en su recetario un pastel de rosas. Un poco más al oriente, las flores también se hicieron parte de la cocina árabe, en jarabes, guisos y cocidos. Y para un aporte histórico más, se dice que Carlomagno era un apasionado de la malva, la que comía en tortillas o ensaladas.

Para los que desconocen su historia, el arte de comer flores puede ser una cosa sólo para sibaritas.

Pero pensando esto tampoco nos alejamos mucho de la realidad. Comer flores hoy es más complicado que antes, sobre todo costoso. Alberto Martín, chef ejecutivo del Hotel Occidental El Embajador, explica que esto  “es costoso porque no son flores como las que compras en la calle. Las flores comestibles deben ser productos orgánicos, es decir, que no hayan sido rociadas con pesticidas”.

Ahora bien, cuando están asequibles no se debe desaprovechar su gran poder para resaltar la estética de los platos. “Yo creo que en el aspecto visual es tremendo, porque puedes tener una gran variedad de colores en una sola flor. En la cocina también se usan mucho los microbrotes para decorar”. Asegura que aportan sabores muy suaves y delicados. ¿Para convencerse? las flores también tienen un aporte nutricional de  proteínas, vitaminas, almidones y aminoácidos.

¿Cuáles se comen?  Lo más común es comer pétalos de rosa o de calabacín, pero también flores como los claveles, malvas, orquídeas, pensamientos, violeta pueden comerse.

Las flores de tabaco,  dedalera, azalea, hiedra inglesa, azafrán de otoño, azucena del valle, entre otras, son dañinas.

La receta

Sopa de guisantes con flores de cebolla

Por el chef Iker Erauzkin

1 kilogramo de guisantes frescos,  1 flor de cebolla,  50 gramos de huevas de trucha,  agua,  sal, pimienta rosa

Preparación.   En un cazo con agua hirviendo, cueza los guisantes frescos durante 7 minutos. Transcurrido este tiempo retire del fuego y enfríe en abundante agua con hielo.  Una vez fríos los guisantes, triture, con la ayuda de una batidora, junto con un manojo de flores de cebolla, unas bolitas de pimienta rosa y caldo de la cocción al gusto.  Pasa la sopa por un colador y servimos. Acompañe la crema con unas huevas de trucha y  flores de cebolla para decorar.

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