La magia o brujería en nuestro país, según Balaguer

La magia o brujería en nuestro país, según Balaguer

Eulogio Santaella

En febrero 7 de 2025, publiqué un artículo titulado “Relatos sobre la jettatura” en el que señalé que esa palabra se refiere a una condición que tienen algunas personas quienes aun sin quererlo, con su sola presencia le causan daños a quienes los rodeen. A esa característica en nuestro país se le denomina como “Mal de ojo” esa creencia está muy difundida y, por ello, uno de los primeros regalos que se le hacen a los recién nacidos, es una figura tallada en un mineral negro que se le llama “azabache».

Dejando atrás la “Jettatura”, este artículo continuará refiriéndose a las creencias en seres sobrenaturales distintos a los que se predican en las distintas religiones. Para abordar ese tema usaré un escrito de Joaquín Balaguer, incluido en su obra “La isla al revés Haití y el destino dominicano”. En que se describe gran parte de las coincidencias y diferencias que existen entre el pueblo dominicano y el pueblo haitiano.

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Siendo pueblos de distinta composición racial, lingüística y religiosa que comparten la misma isla. Es natural que existan influencias mutuas entre ambos pueblos, como describe el citado libro.

En el capítulo “La magia en Santo Domingo” de la página 215 del libro, Joaquín Balaguer indica: “En la élite dominicana, lo mismo que en la de Haití, abundan los hombres y mujeres que rinden culto a la brujería y que proceden, en cuanto a la práctica de estas creencias populares, en forma idéntica a quienes atribuyen en Haití a los sacerdotes y sacerdotisas del voudou poderes y sortilegios no comunes.

En nuestros campos no son raros, al igual que en Haití, los “curanderos”, capaces de influir sobre las enfermedades, con la intervención de entes que proceden de un mundo extraño al que nos rodea. Aunque la mayor parte de ellos pueden tildarse de embaucadores que apelan a esos medios para vivir de los incautos y explotar su ignorancia, no puede desconocerse que también existen no pocas personas que cultivan honestamente la magia y que atribuyen muchos de sus males y sus triunfos a las intervenciones de espíritus con poderes suficientes para neutralizar los maleficios debidos a las denominadas “posesiones demoníacas”.

Aún en algunas zonas fronterizas, como secciones bien conocidas de San Juan de la Maguana, actúan centros en que se practica abiertamente la magia. En algunos casos como sucedió en 1962, el culto a estos “Maitres Papa Loas” ha dado lugar a concentraciones multitudinarias que han quebrantado el orden público y creado, en las poblaciones vecinas un estado de exaltación próximo al paroxismo.

La mayor manifestación de este extravíoo religioso lo ha escenificado en el país los adoradores del dios “Liborio” en la provincia San Juan de la Maguana. En diciembre de 1962, miles de personas se reunieron durante varios días en el sitio denominado Palma Sola para celebrar el culto a su dios con danzas y cantos de corte típicamente africanos.

En las poblaciones de La Zábila de Vallejuelo, de Las Yayas de Batista, de Gínova, de la Meseta, habían sido levantados numerosos bohíos para los fanáticos del liborismo, que se habían extendido rápidamente por toda esa región, vecina a las fronteras con Haití y que empezaban a ser vistas por las autoridades como una amenaza contra la paz de la nación y contra nuestros sentimientos religiosos tradicionales.

El 29 de diciembre fue lanzado un contingente militar contra los llamados “Mellizos de Palma Sola”, (Tulio y Plinio Rodríguez Ventura), cuyos adeptos reaccionaron contra la intervención por la fuerza pública y dieron muerte al General Miguel Rodríguez Reyes.

Contrariamente a la informaciónn dada en esa oportunidad por las autoridades, el liborismo había sido practicado en esa zona durante largos años y careció de todo carácter político, razón por la cual fue visto desde el principio con indiferencia durante el régimen de 30 años en que se veló tan celosamente por la conservación del orden en todo el territorio dominicano y, además, intentó montar toda una maquinaria política para combatir la introducción en el país del voudou y de otras prácticas relacionadas con el animismo de las tribus africanas importadas al país vecino y utilizadas como carne de esclavitud durante los años más próspero de la colonización francesa.

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