Israel. – Si hay un personaje bíblico feminista para la era del #MeToo, bien pudiera ser María Magdalena. Este importante personaje de la vida de Jesús fue despreciado durante siglos, retratado como una ex prostituta reformada. Pero últimamente los eruditos ven en ella una mujer fuerte e independiente que apoyó a Jesús financiera y espiritualmente.
El Nuevo Testamento relata cómo Jesús expulsó demonios de ella. Luego acompañó a Jesús durante su ministerio alrededor de Galilea y fue testiga de su crucifixión, entierro y resurrección en Jerusalén.
Las iglesias católica y cristiana occidental conmemoran estos hechos el próximo domingo, y la cristiana ortodoxa oriental la semana siguiente.
El papa Francisco dio el paso más importante hasta ahora para rehabilitar la imagen de María Magdalena al proclamar una festividad en su honor el 22 de junio. Su decreto de 2016 elevó a la mujer que fue la primera en proclamar la resurrección a la altura de los festejos litúrgicos de los apóstoles.
«Con ello estableció la igualdad absoluta de María Magdalena con los apóstoles, algo que nunca se hizo antes y que también marca un punto sin retorno» para las mujeres en la iglesia, dijo Lucetta Scarrafia, directora de la revista mensual Mujer Iglesia Mundo publicada por el Vaticano.
Durante siglos, el cristianismo occidental presentó a María Magdalena como una ex prostituta. En el siglo VI, el papa Gregorio Magno la combinó con una mujer pecadora anónima mencionada en el capítulo anterior a aquél en que se la presenta en el Evangelio de Lucas. Apenas en 1969 la Iglesia católica dijo que era distinta de la pecadora mencionada en Lucas.
Los cristianos ortodoxos orientales nunca la consideraron prostituta. María Magdalena provenía de Magdala, una próspera aldea pesquera sobre el mar de Galilea, excavada por los arqueólogos en las últimas décadas.
En el sitio se encuentra la sinagoga más antigua que se conoce en Galilea, con una piedra tallada en la forma del templo de Jerusalén, un mercado, baños rituales y un puerto pesquero. La arqueóloga mexicana Marcela Zapata Meza la llama «la Pompeya israelí».