La mala educación sobre terremotos (1 de 2)

La mala educación sobre terremotos (1 de 2)

ALFREDO RICART NOUEL
Creo que se han dado informaciones muy malas en un almuerzo de los medios de comunicación, donde asistieron ejecutivos de la Sociedad Dominicana de Ingeniería Sísmica (SODOSISMICA). Los logros de esas entrevistas más que redundantes en expresiones, que prolijos en palabras, lucieron bastante alarmantes. Así aparecieron como relatos espeluznantes en la edición del jueves 24 de febrero del 2005 de HOY (Págs, 16B y 17B), y de El Día (Pág. 14). Voy a centrar mis comentarios sobre tres puntos:

1.) Acerca de las edificaciones públicas débiles sorprende lo poco que aclararon esa infeliz noticia, a pesar de la profusión de datos y estadísticas que suministraron;

2.) Luego de hablar del peligro del primer piso como parqueo varias personas se me acercaron muy preocupadas al respecto, una en franco pánico; y 3.) El Nuevo reglamento de construcción presenta desde ya omisiones importantes y, además lo proclaman apoyándose en conceptos errados.

1) Edificaciones públicas débiles.

De 5374 escuelas evaluadas reportan que “el 80%” no aguantarían muy bien “un evento sísmico moderado”.

De inmediato surge la cuestión de que si la Secretaría de Educación es la promotora de esos pobres proyectos, pues entonces se deben haber ejecutado a lo largo de unos 20 años, ya que su promedio es de 800 a 1000 planteles por período gubernamental.

¿Acaso los defectos detectados vienen de que no aprobaron los planos en Obras Públicas?

¿Fueron Construidas por las ONG entre cañaverales, con personal de los propios bateyes?.

¿Cuántas de esas escuelas son pequeñas y de un piso? ¿De que materiales están constituidos? ¿Paredes y losas de hormigón? ¿Techados de madera y Zinc o con perfiles metálicos?

¿De Tejamaní y cana o un emparchado de cosas?

Vale la pena buscar cuales fueron las causas específicas de esas prácticas que desdicen de la ingeniería, y no solo contentarse con reparar lo mal hecho, sino darle un corte radical a su origen, para que no se sigan repitiendo casos similares. Los estudios en cuestión no revelan como se llegó a ese estado de “debilidad” en los edificios públicos.

Tampoco abundaron mucho en los métodos usados para tales diagnósticos.

La asistencia sísmica de edificaciones existentes puede evaluarse en tres niveles, según el grado de confiabilidad requerido y las disponibilidades de labores propiamente de Ingeniería.

Nivel I: Inspección externa o en cuenta desde la “acera”. La información adicional las pueden proveer las compañías aseguradoras. Es más una información estadística.

Nivel II: Sigue siendo una inspección visual, ahora incluso por dentro, y se agregan algunos números pertinentes. Cantidad de muros en ambas direcciones, etc.

Nivel III: Usualmente para edificaciones de gran importancia que deben mantenerse operando tras un terremoto (hospitales, bomberos, etc.). Se requiere la comprobación de Cálculos y Detalles Estructurales disponibles frente a los códigos vigentes. Es posible que se lleguen a tomar muestras de materiales y ensayos en laboratorios, para luego determinar el alcance de los trabajos de reforzamiento.

Es oportuno destacar que hace apenas unos 50 años que se descubrió que los edificios tenían Superior, de 4 a 6 veces mayor, que las fuerzas sísmicas con que habían sido calculados.

A esa interesante conclusión se llegó con los estudios de los terremotos de 1933 y 1940 en California EUA. Se logró obtener una amplia información de los registros debido al uso por primera vez de los SMACs, “Strong-Motion Accelerographs”, instrumentos parecidos a los sismógrafos. En las 2 décadas siguientes surgieron las explicaciones, los porqué, sobresaliendo las de John A. Blume y Nathan Newmark, luego de numerosas verificaciones.

Surgieron términos como disipación de energía y ductilidad: cuando venía un terremoto las estructuras empezaban a estirarse y encogerse, con las oscilaciones, y se gastaban hasta el límite de sus componentes y uniones. Aunque todo durara pocos segundos, absorbían esfuerzos y desplazamientos mucho más grandes que lo que se esperaban próximo al colapso en sí. Se constato, sin lugar a dudas, que habían obras que sostenían empujes formidables, que excedían ampliamente lo estimado para ellas al calcularlas originalmente.

En un medio siglo la Ingeniería Estructural ha dado pasos de gigantes, principalmente por el desarrollo de los computadores, pero todavía muchos no captan bien esos conceptos.

Volvamos a SODOSISMICA.

“La mayoría de las grandes edificaciones que se ha hecho en el país fueron diseñadas y construidas de acuerdo con normas que hoy en día se consideran obsoletas….1979, acontecimientos posteriores han demostrado que esas normas se quedaron cortas….ahora tememos que tenga debilidades que se han demostrado en terremotos posteriores”.

Esas afirmaciones las niegan silenciosa y solemnemente las obras que perduran, los

sobrevivientes sísmicos:

– El edificio Díez y el edificio Baquero; en la calle El Conde, terminados entre 1928 y 1930, respectivamente, con multipisos de 5 plantas c/u, pasaron bien “el terremoto de 1946, de una magnitud de 8.1 grados Richter, que fué el último fenómeno telúrico importante que ha sufrido el país”. Están ahí todavía en uso.

– La catedral de Santo Domingo y el Alcázar de Colón, con sus 470 años y elevándose 15 y 10 metros, se han desenvuelto con entereza a través de todos esos ciclos de “70 y 80 años” en que los expertos entrevistados predicen que ocurrirán catástrofes, porque tienen “evidencias de una situación de gran amenaza sísmica”.

¿Sabía usted que las columnas en la nave central de la Catedral están sujetas, a nivel del piso, por enormes vigas de mortero nada más, ya calcificadas por los siglos? Se describió en 1990 durante excavaciones relativas a la Criptas.

Es sumamente curioso comparar esa trabazón con lo que exigen nuestras beneméritas “Recomendaciones Provisionales para el Análisis Sísmico de Estructuras”, de 1979, pag. 24, acerca de fundaciones, secc. 7.9.1 “Las zapatas aisladas de edificaciones mayores o iguales a cinco plantas ó 17 metros de altura (como la catedral), deberán arriostrarse en la parte superior, según dos direcciones perpendiculares o casi perpendiculares entre sí”.

Aquellos maestros constructores pusieron esas piezas de conexión exclusivamente cerca del altar mayor, para atravesar un gran relleno de tierra. Confiaron en que duro terreno superficial no permitiría que las bases de las columnas se movieran para ningún lado. ¡Qué certeza!

Parece que los redactores de las normas más recientes desconocían ese tipo de experiencias, pues presentan sus requerimientos para cualquier tipo de suelo, sea flojo o no. Tal vez copiaron mal de preceptos de naciones más preparadas.

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