La maldición de los países “ninis”

La maldición de los países “ninis”

Conviene construir entre todos un concierto de naciones independientes

Peor que los individuos “ninis”, esos que no son lo uno ni lo otro, es el caso de un mundo que ya salió de los esquenas nacionalistas donde “la modernidad se llevó de raíz el nacionalismo chauvinista”. Porque muchos países abandonaron los proyectos nacionales sin antes haber logrado una definición de su ser y personalidad colectiva.

Ahora son países “ninis”, que han hecho lo equivalente a un trapecista que salta sin que el otro columpio esté al alcance de su mano.

Lo distinto es reconocer y elaborar una identidad propia, acorde con la naturaleza y talentos propios, que funcione acorde a las necesidades y proyectos del grupo y nación. Contrario a ser atrapado en una personalidad amorfa, sin vocación ni compromiso con los demás, sin fundamento en la naturaleza y cultura propias.

Lo demás es invento: importación de leyes, costumbres laxas, relajadas, diluidas, que conducen a que nuestros ciudadanos crezcan con escasa vocación de servicio y de ayuda a otros, y de interés por el bienestar de la comunidad, lo cual amenaza la convivencia y las posibilidades de sobrevivir como nación.

Si algo valora un dominicano en Nueva York, Madrid o Ámsterdam, es sentirse parte de una cultura y nación diferente y diferenciada, de lo cual ellos forman parte, y donde son queridos. Esto los mantiene firmes ante el bulín de blancos y negros, y de cualquier etnia del mundo.

Que por cierto, muy a menudo no tienen sentido territorial, patrio, ni identidad con proyectos nacionales. O, como ocurre en Estados Unidos, sus proyectos colectivos han estado naufragando (George Packer) a la vista estupefacta y compungida de todos.

Un mundo “nini” es, solo temporalmente, llevadero y cómodo; por ser disoluto, sin compromiso con nada. Pero no tampoco tiene futuro. La humanidad se desnacionaliza y se disuelve en la modernización y la globalización.

Los dominicanos tenemos la proximidad territorial, cultural y política de haitianos y norteamericanos, a quienes no siempre les simpatiza demasiado nuestra soberanía; y que gustan de nuestro paisaje y cultura.
Roger Veckemans explicó que lo correcto es: primero diferenciar, para luego mejor unir.

Por lo cual, lo conveniente es construir entre todos un concierto de naciones independientes, debidamente organizadas en un solo régimen universal: democrático, respetuoso de cada entidad o comunidad nacional; que respeta y valora sus identidades, sus costumbres, idiosincrasias y territorios.

Una diversidad rica en buenas y valiosas costumbres, como lo es en muchos aspectos el mundo actual; aunque sin que muchos disfrutemos de verdaderas democracias; y con la carga de la dominación de potencias, o la imposición, mediante mecanismos financieros y políticos- militares, de voluntades de asociaciones y grupos de intereses diversos.

La Comunidad de Naciones no debe ser una colectividad de “ninis”, sino una de naciones con personalidad e identidad propias que aportan a un mundo diverso, interesante, rico en opciones valiosas.

Habitar y crecer sin saber quién uno es, ni qué propósito tiene su propia vida, es con mucho lo peor que le está ocurriendo a muchos individuos y naciones en todo el mundo.

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