Es lógico que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) trate por todos los medios de minimizar los efectos negativos de la sorpresiva renuncia de su principal asesor de campaña, el brasileño Joao Santana, pero el hecho de que abandone el barco para regresar a su país a enfrentar acusaciones de corrupción que podrían enviarlo un buen tiempo a la cárcel ha encendido el morbo político, que desde que se conoció la noticia no ha parado de tejer y destejer conjeturas y especulaciones sobre los efectos y repercusiones que tendrá en la candidatura del presidente Danilo Medina. Por eso vimos al recién designado jefe de campaña Francisco Javier García salir raudo y veloz a descartar, en rueda de prensa convocada de urgencia, que eso afecte las posibilidades electorales del mandatario, y como si eso no fuera suficiente también lo descartó el propio presidente Medina, quien declaró a reporteros del Palacio Nacional que si bien el brasileño era un “asesor importantísimo” su campaña seguirá adelante, pues cuenta con otros asesores, igualmente competentes, para el resto del proceso electoral. Y probablemente tenga razón, pues tiene a su disposición un experimentado equipo de campaña y recursos (incluidos los públicos, desde luego) por un tubo y siete llaves para llevar a buen término la azarosa aventura reeleccionista ¿Por qué entonces tanto alboroto? ¿Por qué esa renuncia ha puesto al oficialismo a la defensiva y a la oposición a pedir explicaciones? ¿Por qué en el país político no se habla de otra cosa? Porque, como bien dice el conocido refrán, delante del ahorcado no se pueden mencionar las sogas, en este caso el tema de la corrupción, al que el gobierno le huye como el Diablo a la cruz pero que lo persigue como si se tratara de una maldición gitana.