La manipulación de la historia

La manipulación de la historia

Uno de los ejercicios más brillantes que han realizado y realizan los políticos e intelectuales de todos los tiempos, es manipular los hechos históricos de todas las épocas, para acomodarlos en su proyección a  objetivos primarios de dominio público  o de preponderancia intelectual sobre sus conciudadanos.

 Todos los políticos, y sus historiadores complacientes, han modificado la historia para el gusto de quien los patrocina, y muchas veces no son tan solo los políticos, sino empresarios con planes de reorientar  sus orígenes. Muchos lectores recuerdan la memorable obra “1984”, escrita por George Orwell, de cómo un gobernante totalitario vivía constantemente modificando la historia  para acomodarla a sus intereses de dominio y sojuzgamiento de  sus gobernados.

 El siglo XX fue un escenario en que más manipulaciones se le hicieron a los hechos históricos, con una variedad de protagonistas de todo el espectro político, religioso y económico, en especial, muchos europeos que, de una manera u otra, alteraron el desarrollo de los pueblos y dieron origen a grandes tragedias que hoy todavía se reescriben y se trata de convencernos de acciones que desdicen mucho de la condición de seres racionales.

 Los países tienen sus manipuladores históricos, que bajo el ropaje de analistas imparciales le brindan a los lectores hechos modificados de ocurrencias que a veces tienen pocos años de haber ocurrido, y testigos, hay muchos todavía, para entonces tratar de convencer a un conglomerado de una verdad que el poder establecido, o algún otro interés, quiere alterarla para imponerla como su verdad.

 El país, durante su dictadura, vivió en carne propia de cómo los hechos se acomodaban, en unos casos para denigrar y rebajar la calidad moral de algunos de nuestros ilustres hombres, y en otros casos para resaltar a algunos que nunca tuvieron una señera participación, al menos que no fuera como  vulgar asaltante de caminos, investido de general, como se estilaba en la historia vernácula criolla, en donde esas figuras se resaltaban, y en algún momento parecían más patricios  que nuestros fundadores tradicionales.

 Existe actualmente una visible voluntad de alterar la historia para supuestamente presentarnos una verdad, que pretendería minimizar  la influencia hispánica de nuestros orígenes, dándole un mayor realce a las raíces africanas. Lo lamentable para esos escritores  de la nueva historia  es que le faltaría el enlace con nuestros aborígenes, eliminados en menos  de 50 años después del descubrimiento de América, ya que no es posible desenterrar ningún vestigio del DNA en restos de esos tiempos. 

 Lo cierto es que, en este siglo XXI, los ideólogos del oficialismo nos quieren presentar una nueva historia, bajo el alegato de que lo existente es una versión sesgada por la influencia de la dictadura de Trujillo, o de los grupos conservadores nacionales, que han influenciado en el desarrollo de las creencias históricas. Los intelectuales del  grupo conservador son los responsables de escribir la historia actual que supuestamente no es real.

 De ahí que los nuevos historiadores liberales o de mente amplia estarían más capacitados de acomodar las nuevas verdades y quizás hasta hacernos creer que hechos ampliamente aceptados como verdades son falsedades de historiadores conservadores y que ellos, los liberales, son dueños de la nueva verdad, que hasta podría hacernos  creer cualquier cosa para modificar los hechos a conveniencia de alguna mente empecinada en realzar su valía como estadista. 

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