La manipulación de las masas y Chile

La manipulación de las masas y Chile

Mientras se divulga el libro de Naomi Klein donde expone el concepto acuñado por ella de la “doctrina del shock” es conveniente recordar que todo se inició con la Guerra del Golfo.

La divulgación al mundo  de los bombardeos sobre Bagdad, al instante, como un hecho cotidiano que transformaba la guerra en una sencilla lucha de pandillas de barrios o episodio de una película, fue utilizada para  crear en el mundo un “estado de shock”, de fascinación, de inmovilidad frente a los acontecimientos: La Guerra del Golfo significó la intromisión de los medios masivos de comunicación en la vida cotidiana y la manipulación/utilización de actitudes adquiridas frente a la televisión.

¿Quién no presenció el salvataje de los mineros chilenos? El mundo  fue inducido a seguir paso a paso los esfuerzos sin límites de precio que realizaba el gobierno del Presidente Piñera, demostrando al mundo su generosidad, su amor al pueblo y, por fin, la solidez de la moral del pueblo chileno a prueba de golpe y dejaba un mensaje subliminal de su solidez y unidad.

En las imágenes, la emoción sin control pasaba de la esfera de lo privado a una emoción colectiva, no había individuos, esposas o hijos sin un pueblo, una masa sin rostro viviendo minuto tras minuto el heroísmo de una nación frente a una tragedia, que lograba superar gracias a la confianza en la utilización de una tecnología de punta, moderna e infalible. 

El efecto no fue solo chileno, el mundo retuvo su respiración hasta la aparición del último chileno a la superficie.

Hoy, Chile vive la misma emoción y la misma manipulación de las masas  frente a un equipo de televisión que muere en el Pacífico tratando de aterrizar en la Isla Fernández. Días tras días, el pueblo entero fue sometido a las emociones de la mala noticia, a la invocación a la esperanza, a la búsqueda de los cuerpos de las víctimas, se provocó una reacción colectiva de expresiones de pena, de sufrimiento individual transformado en colectivo, como si fuera un contagio progresivo de las masas. Las imágenes transmitidas por la televisión nacional funcionaron como estímulos permanentes para la sugestibilidad debido a las diferencias morales e intelectuales entre los espectadores.

Los medios masivos de comunicación actuaron como “cemento” de una masa perturbada por las huelgas y las protestas estudiantiles, que por un tiempo, desaparecieron de los tabloides y de las pequeñas pantallas.

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