La mano izquierda de Santa Teresa

<p>La mano izquierda de Santa Teresa</p>

FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
Mi padre contaba a menudo historias sobre su vida en España. Cuando estaba feliz nos hablaba, a mi madre y a mí, de su infancia en la Sierra de Grazalema, de las cuevas próximas al pueblo donde nació. Mencionaba la Cueva del Gato, la Cueva de la Pileta, las Cuevas del Becerro; decía que la Cueva del Gato se comunicaba con la Cueva del Hundidero.

Llegué a creer que tantas cuevas no podían existir en una zona tan pequeña; que mi padre fantaseaba para entretenerme con cuentos “maravillizados” a los que daba asiento geográfico en la Serranía de Ronda. Insistía en que en la Cueva de la Pileta había visto pinturas rupestres a colores: peces, focas, yeguas preñadas, caballos corriendo. Cuando mi padre notaba mi incredulidad decía enseguida: “la Cueva de la Pileta fue descubierta en 1905 por don José Bullón Lobato, un pastor andalúz”. Crecí medio embobado por estas historias de contornos difusos, acompañadas por datos históricos y topográficos de gran precisión.

Poco después de completar la escuela primaria mi padre comenzó a relatar asuntos que no tenían nada que ver con cuevas ni artistas prehistóricos. Ya no me sentaba en sus piernas; me invitaba a ocupar un otomán delante de la butaca en la que solía leer el periódico. Tenía que levantar la cabeza para mirarle a los ojos mientras hablaba: “hoy no quiero contarte cosas que ocurrieron 15,000 años atrás, ni tampoco hace dos o tres siglos. Te hablaré de unos hechos que sucedieron en esta época, casi podríamos decir que cuando tu madre y yo éramos novios”. Entonces contaba de las matanzas sañudas de la guerra civil en España, de los horrores del sitio de Stalingrado o de los abusos cometidos por soldados extranjeros en Hungría. “No te hagas ilusiones acerca de la conducta de las personas educadas”. Decía que los hombres utilizaban las doctrinas más refinadas para justificar cualquier atrocidad, “no importa que la doctrina sea política, económica o religiosa; es la misma cosa”. Muchísimos años después, empecé a comprobar por mi mismo cuánta razón tenía. Cuando vivía en Budapest referí a Panonia una historia que me contó mi padre en conexión con el famoso tajo de Ronda, una hendidura geológica de más de cien metros de profundidad.

Ronda es una ciudad edificada sobre un abismo. Las dos caras de la garganta están unidas por tres puentes inverosímiles. Uno de ellos, él más antiguo, fue construido por los árabes; en una ocasión se vino abajo; otro puente, el que llaman “puente nuevo”, empezó a levantarse en 1751; las obras concluyeron en 1793, esto es, cuarenta y dos años después. En el lugar han ocurrido derrumbes, hundimientos, catástrofes en las que han muerto obreros y albañiles, lo mismo que residentes en las casas que bordean el precipicio. Durante la guerra civil española los comunistas lanzaron al vacío a muchísimos fascistas; más tarde, los fascistas tiraron por el desfiladero a un grupo de comunistas ligeramente mayor que el de fascistas. Cada uno de los grupos creía que nadie en el otro merecía vivir. Mi padre narraba estas historias con visible emoción, pues conocía algunos familiares de los despeñados de uno y otro bando. Pero el peor de todos estos relatos es el de la reliquia de la mano izquierda de Santa Teresa de Jesús.

Entre los jóvenes de Ronda había pocos que tuviesen un trabajo estable. Tal vez por eso la mayor parte de los muchachos simpatizaba con los “revolucionarios”. Nos contó que a comienzos del siglo XX, con motivo de una revolución en Portugal las monjas carmelitas se refugiaron en España. En el año 1924 se estableció el Carmelo de Ronda para “reunir las monjas portuguesas dispersadas” en toda España. Esas monjas trajeron con gran ceremonia los huesos de la mano izquierda de Santa Teresa. Al extenderse la guerra civil la reliquia fue “requisada por el comité local de Ronda”. Años después la mano izquierda de la Santa se encontró intacta en Málaga y “fue cedida al generalísimo Francisco Franco, caudillo de España”, quien la retuvo hasta su muerte en 1975. Ahora la mano izquierda de Santa Teresa de Ávila está otra vez en el convento de Ronda. En las elecciones de Ronda han ganado muchas veces los socialistas; se dice que se debe a que hoy cuentan con “la mano izquierda de Teresa”. Mientras el generalísimo Franco la guardaba no hubo ninguna oportunidad para los políticos de izquierda. Esto duró treinta y cinco años. El régimen parecía tener únicamente mano derecha. Mi padre recordaba sucesos políticos chocantes, aparentemente triviales, para advertirnos que en este campo puede ocurrir lo inesperado y lo absurdo. Pensaba que no había terminado todavía un largo ciclo de truculencias en Europa. Mi madre, al oír estas cosas, entraba en la cocina a preparar algún bocadillo reparador; si era muy tarde abría una Biblia con letras enormes y leía unos cuantos salmos antes de ir a la cama. Ladislao Ubrique, La Habana, 1993.

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