La mano maestra

La mano maestra

En el pasado, cualquier alto funcionario imperial imponía criterios que atentaban contra la soberanía nacional de uno y otro país y la vida seguía igual. Quizá influía la escasa velocidad de las comunicaciones.
Ahora la inmediatez de las comunicaciones permite que cualquier ciudadano de cualquier país, se entere al instante de lo que ocurre en el mundo.
La gente del común, el triciculero, el médico, el vendedor de golosinas, el ingeniero, el carnicero de la esquina, ahora sabe cómo el petróleo mueve países, provoca guerras que dicen tener una intención, pero las aves de rapiña quieren para sí las riquezas ajenas y pelean por ello o ponen a pelear a otros.
Visionarios, Simón Bolívar, José Martí y otros grandes de la humanidad, advirtieron sobre el desborde de las autoridades de lo que llamó el Apóstol: el norte brutal y revuelto.
Las palabras llenas de mentiras sobre la democracia, la libertad, la autodeterminación, eran pronunciadas mientras se miraban al espejo portando un embudo con la parte ancha hacia su lado.
Eran falsas, eran farsas, eran palabras de engaño y nos durmieron con ellas y nos hicieron creer que éramos malos, que éramos torpes, que no estábamos preparados para el autogobierno, que éramos inferiores y necesitábamos su tutela, nada más falso.
Hasta la palabra que sirve para engañar, enseña. Hasta la palabra malsana permite ver que hay y puede haber vida y luz y un destino mejor que la oscuridad del túnel.
Cuando despertó América, los movimientos armados que integraron los criollos produjeron la belleza y la esperanza del autogobierno, de la búsqueda en libertad de nuestros propios destinos.
Entonces la fuerza, cual culebra engañosa, se acercó a amigársenos para comenzar a tejer los hilos de la araña de la dominación y la traición.
Luego del despertar, cuando recorrimos el camino sin muletas ni directores, se valieron de una y otra manera para engañarnos, para obligarnos, para pisotearnos.
Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, aprendimos hasta de las palabras falsas que, cual cantos de sirenas, empleaban para encantarnos y hacernos creer que éramos libres y vivíamos bajo el sistema democrático.
Llegó el día en que abrimos los ojos y crearon contra nosotros, con gente de nuestros propios países, aquel infame Plan Cóndor que parió engendros como Pinochet, para sólo citar al más conspicuo de los asesinos amamantados por el imperio.
Hasta de los asesinos nos sacudimos, pero ahora, cuando comenzamos a crear la unidad de América bajo un solo destino: el progreso, acusan, crean, inventan para separarnos y torpedear el Mercosur, el Alba, a Lula y Dilma, a Correa, a Evo, a los peronistas. Nada de eso es casual. Es a lo que debemos resistirnos, ahora.

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