Las economías más florecientes, salvo algunas excepciones, por lo general han crecido teniendo como propulsor principal el valor agregado de la manufactura. Aquí estamos celebrando ahora el repunte económico de un 6.6% alcanzado en 2016 y la consolidación de nuestro liderazgo regional en la materia, pero los bienes industriales con su valor agregado nuevamente están en la cola (esta vez con un 4.8%) entre los precursores del crecimiento. Es una debilidad que debemos superar.
Otra fragilidad enmarcada en la fortaleza económica es el casi imperceptible efecto del crecimiento hacia la base de la pirámide social. Si bien es positivo que en 2016 haya disminuido la pobreza, está por verse la calidad de los 148,532 nuevos empleos generados durante el período de referencia. El propio Gobierno ha admitido en ocasiones que el crecimiento de la economía en este país no ha generado plazas de trabajo de calidad, y es de dudar que esta vez haya sido la excepción.
Está bien que hayamos cerrado el 2016 con crecimiento, una fuerte inversión extranjera directa, inflación controlada, reservas internacionales adecuadas y otras bonanzas, pero el rezago de la industria debería hacernos saltar de la posición de confort. Gobierno y sector privado tienen que emplearse a fondo para fortalecer la participación de la industria en el PIB. Eso es inaplazable.
La sinrazón asedia la UASD
La rectoría de la UASD y la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) han llamado a reanudar la docencia el martes, pero la Federación de Asociaciones de Profesores (Faprouasd) y la Asociación de Empleados Universitarios (Asodemu) insisten en mantener el paro laboral por demanda de aumento salarial. Más que la exigencia de una reivindicación, estas organizaciones lo que hacen es mantener eclipsado el derecho de capacitación que asiste a miles de estudiantes que quieren avanzar en sus carreras.
Es desconsiderado que estos grupos pretendan forzar a la UASD a destinar a aumento salarial recursos que debe destinar a un orden de prioridades para mantener la academia en sus mejores condiciones. Los profesores universitarios tienen que aprender que el diálogo funciona mejor que la fuerza.